viernes, 7 de febrero de 2014

Viabilidad económica y financiera de las empresas autogestionadas



Por Alejandro Schachter

Uno de los principales desafíos a la hora de llevar a cabo una experiencia de autogestión consiste en construir una organización que sea sostenible en términos económicos y financieros.

Este tipo de experiencias, pertenecientes al campo de la economía social, conviven y coexisten con el sector privado capitalista (y también con el estatal), bajo un sistema social donde predomina el capital. Por lo tanto, para desarrollarlas y consolidarlas se impone conducir procesos de generación, apropiación, adaptación y acumulación colectiva de recursos monetarios (por ejemplo, dinero) y no monetarios (por ejemplo, medios de producción e infraestructura).

Si bien el objetivo de este tipo de organizaciones no es la obtención del máximo lucro sino la reproducción ampliada de la vida de las personas, la falta de foco en los resultados económicos y financieros puede poner en riesgo la continuidad de la empresa.


Cambio de paradigma

En primer lugar, la importancia de este desafío se relaciona con que, en muchas ocasiones, quienes deben comandar la gestión de estas organizaciones no están acostumbrados a ocupar roles de dirección, situación que se verifica frecuentemente en las empresas recuperadas. Por lo general, se trata de operarios especializados que deben pasar a cumplir una función muy distinta, por lo que resulta necesario un cambio de mentalidad y capacitación en áreas tales como planificación, marketing o contabilidad. En esta instancia, suele ocurrir un interesante proceso de aprendizaje, donde los trabajadores con mayor formación gremial actúan como disparadores de discusiones e intercambios que apuntan a la concientización necesaria para la nueva etapa.

Los integrantes del consejo de administración de la Cooperativa Alcoyana[1] definen la clave para el cambio de mentalidad con mucha precisión: “Tenemos que ocuparnos de que se entienda que todos somos dueños y, por lo tanto, todos somos responsables y beneficiarios de lo que hacemos en la fábrica”. Podríamos parafrasear esta idea agregando que la autogestión de la empresa por parte de los trabajadores lleva a una resignificación de la idea de propiedad privada. El hecho de tomar el control del proceso de creación de valor hace que los trabajadores redefinan su relación con los medios de producción, los cuales ya no aparecen frente a ellos como “capital”; por lo tanto, el trabajo objetivado deja de ser un elemento hostil, poderoso e independiente de ellos. En consecuencia, se genera un mayor grado de participación por parte del trabajador, al salir de su función específica y poder introducir iniciativas propias.


Capital de trabajo, comercialización y financiamiento

Una vez superado lo que podríamos llamar el “cambio de paradigma” de pasar de la defensa del puesto de trabajo a la gestión de un crecimiento sostenible, encontramos diversos aspectos que deben ser atendidos, tanto en lo referido a la disponibilidad de capital como a la comercialización y al financiamiento.

En esta línea, destacamos que una dificultad recurrente que debe tenerse en cuenta, y que suele darse en las primeras etapas, es la disponibilidad de capital de trabajo. Las empresas recuperadas, usualmente, cuentan con escaso capital para iniciar su actividad y poder sostenerla a través del tiempo, ya que se han formado como una continuidad de empresas que, por situaciones problemáticas, han caído en quiebra. Con frecuencia ocurre que, efectivamente, existe cierta dotación de capital, pero el deterioro causado por el abandono o la falta de mantenimiento y la obsolescencia, fruto de largos períodos de desinversión, obliga a recurrir a costosas tareas de reparación, acondicionamiento y modernización. Igualmente, no debemos soslayar que, por lo general, los avances tecnológicos en la industria también suelen traducirse en reducción de puestos de trabajo, lo cual es inadmisible en este tipo de organizaciones.

En lo que refiere al capital inicial para comenzar la operatoria de las empresas recuperadas, también resulta fundamental, en muchas ocasiones, la posibilidad de la expropiación. El Movimiento Nacional de Fábricas Recuperadas la identifica como una salida viable, basándose en la Constitución Nacional y la Constitución de la Provincia de Buenos Aires, donde se destaca que “pueden ser objeto de expropiación todos los bienes convenientes o necesarios para la satisfacción de la utilidad pública, cualquiera sea su naturaleza jurídica, pertenezcan al dominio público o al dominio privado…”.

Una vez que se cuenta con el capital, se deben poner en marcha las actividades, para lo cual es necesario conseguir y consolidar los canales de distribución y comercialización necesarios para sostener la operatoria. En este punto pueden presentarse dificultades iniciales para las empresas recuperadas, a raíz de la mala reputación generada en las redes comerciales de la empresa a partir de los malos manejos de la administración anterior.

Asimismo, se deben sortear, especialmente en grandes conglomerados urbanos, los obstáculos vinculados con la importancia de las grandes tiendas y supermercados, que imponen sus condiciones al resto de la cadena productiva. Para contrarrestar esta situación, consideramos que una alternativa viable podría ser la conformación de alianzas con otras organizaciones de la economía social especializadas en asuntos comerciales o en la producción de bienes y servicios complementarios, a fin de lograr una mayor incidencia y visibilidad en el mercado.

Otra cuestión que hace a la viabilidad económica y financiera de estas organizaciones es la del financiamiento. Usualmente, las experiencias autogestionadas son consideradas de alto riesgo en los análisis de las entidades crediticias privadas, lo cual reduce sus posibilidades de acceso al financiamiento. En este sentido resulta fundamental el rol de la banca cooperativa y la banca pública, las cuales, a partir de una visión integral del negocio, pueden evaluar de un modo cualitativamente distinto a estas entidades.

Cabe mencionar que en las cuestiones de financiamiento también puede ser significativo el apoyo estatal en forma de subsidios (los cuales en nuestro país se ejecutan a través de los Ministerios de Trabajo y de Desarrollo Social), o bien la asistencia financiera entre las propias empresas recuperadas (una empresa recuperada en funcionamiento puede aportar financiamiento o donaciones para una nueva iniciativa que presenta dificultades para comenzar a operar).


Sostenibilidad en el mediano plazo

Los aspectos mencionados (capital inicial, canales de distribución y comercialización, financiamiento) resultan cruciales para las primeras etapas de organización de las empresas autogestionadas. No obstante, en caso de sortear positivamente estas cuestiones, luego entrarán en juego otras particularidades de la gestión que podemos denominar “de segunda generación” y que deben ser tenidas en cuenta para garantizar el desarrollo de la empresa en el mediano plazo.

En este punto se plantea la posibilidad real de la autogestión en el marco de un sistema capitalista. Tal como lo expresa Andrés Ruggeri, se trata de un sistema que posee determinadas reglas, las cuales presionan sobre los tiempos de trabajo, la rentabilidad y la capacidad de tomar decisiones estratégicas, marcando la agenda productiva y las necesidades de capitalización.

Sin embargo, entendemos que la sostenibilidad de estos emprendimientos no depende sólo de la eficaz inserción dentro de las reglas de juego del sistema capitalista sino también, y en una gran medida, de que se respeten las características básicas de la economía social, a fin de garantizar la continuidad de la lógica reproductiva y no lucrativa de las empresas de autogestión.

En esta línea, y siguiendo a Gonzalo Vázquez, no es posible explicar el sostenimiento actual de estos emprendimientos y sus trabajadores en base a una lógica exclusivamente mercantil. Este autor propone la noción de sostenibilidad plural, dentro de la cual se destacan las siguientes dimensiones: reciprocidad (redes familiares, vecinales y de amistad que proveen aportes no monetarios, como bienes personales utilizados para la producción colectiva), redistribución (estos emprendimientos deben ser reconocidos socialmente como prácticas legítimas, a partir de lo cual toda la sociedad, a través del Estado, debería contribuir con recursos fiscales que posibiliten su desarrollo) y planificación (política estatal de regulación, que corrija desequilibrios e irracionalidades producidas por el  libre mercado).

A modo de cierre, consideramos que en la trayectoria de un emprendimiento de autogestión deben considerarse las distintas fases a afrontar para consolidar la organización. Como vimos, esto requiere de una visión integral, que contenga ciertamente las necesidades económicas y financieras pero que, en un enfoque de mediano plazo, pueda comprender la lógica diferenciada de la economía social y la importancia del Estado como responsable del marco regulatorio imprescindible para la sostenibilidad de estas experiencias.


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