La columna vertebral - Por Santiago
Nogueira. (@tengokawana)
Estoy atravesando los últimos días de mi relación
con la televisión por cable. Ésta, que nació hace muchos años, llegó a su fin.
Las causas de la separación son confusas, pero creo que es lo mejor, al menos
para mí. A ella, no creo que le importe; en los últimos meses descuidó mucho
nuestra relación.
Sabiendo que nuestro tiempo juntos tiene su fecha
de vencimiento pautada, nos relajamos y tratamos de disfrutar de la mejor
manera estos últimos momentos. Es así que empiezan a aflorar nuevas maneras de
estar juntos, que de algún modo, endulzan la amargura del adiós.
Su mala predisposición para algunos contenidos me
llevó a desviar mi atención hacia otros, que nunca antes me interesaron. A
veces, el descarte no deja de ser una manera de llegar a mejores lugares. Una
mañana, me presentó a una amiga: las producciones de Nat Geo. Yo, tan social;
ellas, tan salvajes. Fue amor a primera vista. Ese amor de opuestos, tan
irresistible, con la suficiente incorrección política para compensar sus
pecados capitalistas.
Sé que ellas, en breve, también se van. Si las
quiero mantener con vida, voy a tener que salir a buscarlas a otro lugar, de
alguna otra forma. Descubrimiento de la naturaleza mediante artificialidad de
fibra óptica, ¡qué forma triste de experimentar la cruel supervivencia de los
animales en sus ecosistemas!. Ellas, las chicas de la National Geographic, me
hicieron ver la naturaleza que se perdió a mi alrededor. Las formas dominantes
de la cultura se nos hacen tan extrañas, que su revisión crítica nos las revela
fríamente calculadas.
Chau, televisión. Voy a seguir mis instintos.
Encontré nuevas formas de entender la sociedad.
Leé el Número 10 completo, acá:
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