Por Florencia Miliukas
Frente a los estímulos que
constantemente incitan el consumo, existen organizaciones y entidades que
desarrollan su trabajo en torno a fomentar prácticas de compra que sean responsables,
es decir, que no deterioren el medio ambiente y favorezcan la igualdad social.
Considerando, además, todo el circuito económico que comienza con la producción
y culmina con la finalización el del uso de un producto.
Consumir responsablemente
requiere de una perspectiva distinta: la Economía Social y Solidaria (ESS), la
cual hace referencia a la idea de solidaridad, en contraste con el
individualismo competitivo propio del comportamiento económico de las
sociedades capitalistas.
La ESS promueve la
comercialización bajo las normas del Comercio Justo¸ una forma alternativa de
comercio que busca establecer una relación comercial voluntaria y justa entre
productores y consumidores. Defiende principios como la producción desde
cooperativas y organizaciones voluntarias que funcionan democráticamente, el
rechazo a la explotación laboral de adultos y niños, la igualdad entre hombres
y mujeres, la producción sustentable y el cuidado del medio ambiente, reducir
los intermediarios entre productor y cliente, brindar información acerca del
origen de los productos, entre otros.
En la
actualidad, por ejemplo, existen gran cantidad de marcas que emplean trabajo
esclavo y según datos de la Fundación La Alameda, marcas masivas como Mimo,
Kosiuko o Bensimon, entre otras, mantienen a sus empleados en condiciones de
sometimiento e incluso emplean mano de obra infantil. Debido a esto resulta
fundamental la información a la que accede el público, ya que el consumidor que
compra en esos locales contribuye, muchas veces sin saberlo, a perpetuar el
sistema que degrada a los trabajadores más vulnerables del sistema.
Afortunadamente, existen mercados
alternativos donde podemos conseguir gran variedad de productos que han sido
elaborados siguiendo los principios de la ESS, como el Mercado Solidario
Bonpland y el Galpón de Chacarita (ambos en Capital Federal).
La Asociación Civil Amartya
instruye a los más jóvenes en prácticas responsables a la hora de consumir a
través del programa ConSuma Dignidad, en el que realizan talleres en escuelas
secundarias brindando información, herramientas y promoviendo que los
adolescentes las lleven a sus comunidades.
Según Estanislao Sarandón -coordinador general de este programa-, la educación es una de partes más importantes del proceso ya que orienta a los jóvenes hacia una toma de conciencia respecto a las consecuencias y el impacto que sus prácticas tendrán sobre el conjunto de la sociedad. El programa está orientado a jóvenes de 16 a 18 años y se desarrolla con la finalidad de “transformar a los estudiantes en agentes activos de cambio en términos de la promoción del desarrollo sostenible, las prácticas éticas y la transparencia en el proceso de producción”.
Otra alternativa que plantean
activistas con posturas más radicales, es el boicot como modo de desestabilizar a aquellas empresas que
realicen prácticas fuera de lo ético como explotar a sus trabajadores, abusar
de precios, o deteriorar al planeta. Esta práctica activa de los ciudadanos
consiste en negarse a comprar productos o en dejar de adquirir servicios de
manera masiva para de este modo afectar directamente los ingresos de las
compañías.
Los gobiernos y las empresas son
dos piezas indispensables para que las prácticas responsables de consumo puedan
ser accesibles a los ciudadanos en su totalidad, quienes deberían tener la
posibilidad de elegir de qué forma consumir, a partir del acceso a la información
y la ampliación de los circuitos de consumo alternativo.
La
capacidad y riqueza del concepto de consumo responsable radica convertir
en protagonistas a usuarios y consumidores, quienes tienen la
capacidad de transformarse en actores directos del cambio a través de sus
prácticas cotidianas e incorporar en sus consumos la satisfacción de contribuir
a que las próximas generaciones encuentren un planeta con condiciones de mayor
justicia, equidad y dignidad en las prácticas de intercambio.
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