► por SANTIAGO
NOGUEIRA
El Club Atlético Boca Juniors surge a finales del s. XIX como
reflejo de la tradición asociacionista de la vida organizacional impulsada por
la naciente sociedad argentina moderna. Desde mediados de los ‘90 (s. XX) este
club atraviesa un proceso político-cultural hoy consolidado como modelo del
“sport management”.
El fútbol, cual ritual social, contribuye a su manera al
proceso de civilización de las sociedades y a la conformación de la cultura
afectiva de éstas. Satisface las necesidades emotivas de los individuos,
esenciales para soportar la vigilancia y el control desplegados por los
Estados.
Sobre esas necesidades el actual Jefe de Gobierno de la Ciudad
de Buenos Aires, Mauricio Macri, centró su gestión política basándose en la
aplicación de modelos y estrategias de dirección identificadas con la organización
empresarial.
El caso de Boca Juniors nos ayuda a pensar cómo aquello que
los hinchas afirman que “no se negocia” (la pasión y el amor por el club)
puede volverse objeto de compra y venta cuando asume la forma de mercancía. Hoy
Boca no es solo un club, es también una marca. Sus actividades se han expandido
más allá de la cancha de fútbol y sus tribunas: la experiencia emotiva asignada
al ser de Boca también puede vivirse en la arena comercial desde hace ya unos
años.
La objetivación de una experiencia subjetiva en distintas
formas, evidencia la capacidad del capital para ganar nuevos espacios y
mantener a las conciencias cautivas de la lógica de consumo como forma de ser y
estar en el mundo. Tal vez se pueda evaluar al deporte como un vehículo
privilegiado para tal fin, teniendo en cuenta la pasión y el sentimiento que
genera en los individuos. Boca, como comunidad sentimental, se ha insertado con
algunos productos más convencionales en materia de consumo (desde
indumentaria deportiva, pasando por palcos VIP en el estadio e infinidad de
chucherías comerciales) y otros algo más novedosos (un hotel, la asistencia al
estadio durante un partido como un paquete turístico en sí mismo y la creación
del museo del club) que a priori parecen solo rentables si se tiene en cuenta
el fanatismo que despierta el club de sus amores entre los hinchas.
La disciplina
del hincha fiel a los colores de su club, capaz de seguirlo más que nunca, aun
en sus momentos más amargos y frustrantes, parece cada vez más amenazada por
la sociedad de consumo. Allí el sentimiento no es moneda de cambio aceptada
para obtener los productos y servicios del club. Estará en los hinchas
resistir y no sucumbir a la negociación. Cuidar el sentimiento es usar la razón
para cuestionar el negocio de la pasión. El sentimiento no puede ni debe parar.
El consumo irracional, sí.
Lee el número 9 completo!
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