► Nota: SANTIAGO NOGUEIRA
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Entrevistas: AXEL
SPRINGER / JULIA VARELA / GIULIANA CERVI / TAMARA ZYLBERSZTEJN
La trama
tecnológica que conforma a los sistemas operativos dista de ser inocente y
apolítica. La sociedad construye y opera sus herramientas bajo mandatos
teóricos que responden a diversas concepciones del orden social y cultural. RPA
entrevistó a especialistas del tema para dilucidar qué hay más allá del
hardware y los íconos de los escritorios virtuales.
PARA INICIAR PRESIONE UNA TECLA CUALQUIERA
Detrás del hardware, la ideología. Sistemas operativos y
aplicaciones que regulan las actividades y rendimientos de nuestras
herramientas tecnológicas más modernas, configuran el ámbito de otra lucha por
la soberanía cultural en el marco de la era de la información. El software
es un objeto ideológico, que se va configurando como un intermediario
estratégico para el desarrollo de sociedades liberadas de las diversas formas
de opresión vigentes. La apropiación del software, entonces, en el marco de
la resistencia, crítica y ataque al paradigma liberal, es otra contienda que no
debe ni puede ser ignorada en nuestros días.
Si nuestra sociedad deposita progresiva e irreflexivamente más
responsabilidades sobre el uso de dispositivos regulados por software, debe darse
la discusión en torno a qué tipo de software recurrir, por qué, cómo, quiénes…
cuestiones básicas de conocimiento para la construcción de una sociedad
democrática y sustentable. En otras palabras: correr el velo tecno-ideológico
que cubre el estado actual de las cosas.
TODO SOFTWARE ES
POLÍTICO
El problema es con lo intangible. ¿Cómo demostrar la trascendencia
política y cultural del asunto ante una sociedad que organiza sus prioridades asociadas
a la materialización exacerbada de las ideas?
“Yo estoy a favor de que las máquinas sean
soberanas y no dependan de ninguna corporación… No es fácil entender la
libertad del software. Las reservas de Repsol ahora son de YPF, ahí es claro y tangible.
Pero en el caso del software, al ser intangible, es más complicado comprender
la soberanía tecnológica. Por ejemplo, en el fallido golpe de Estado al comandante
Chávez en Venezuela se cortó toda la producción petrolera sin disparar un solo tiro,
simplemente a través del software privativo. Desde la central de Microsoft en
Redmond bloquearon toda la industria petrolera, es ahí donde se ve si el
software tiene ideología. Desde ese momento la comunidad de software libre
de Venezuela levantó todos estos sistemas.”
Esto lo cuenta Javier Castrillo, responsable de
CENITAL (Centro Nacional de Investigación y Desarrollo de Tecnologías Libres)
y del primer sistema operativo argentino, libre y sin ataduras: Huayra. El
software se ha consolidado, silenciosamente, como una arena política vital para
la lucha por la dominación y liberación de las sociedades. Además de
información, el software contiene definitivamente poder político. De este
modo emerge la pregunta por el ejercicio de ese poder. ¿Puede acaso un Estado
constituirse como organizador legítimo y monopólico del orden social, desentendiéndose
del control operativo de sus sistemas informáticos de gestión y participación
política? El soberano debe ser capaz, debe tener la virtud de integrar esta
cuestión social a la conciencia de la voluntad general.
¿Se puede
concebir un Estado independiente, ejerciendo la soberanía política, económica y
cultural si su burocracia informática es adquirida a corporaciones forasteras?
Gobernar,
software privativo mediante, implica arriesgar la seguridad de la información
generada, administrada y comunicada, haciendo peligrar cualquier tipo de
acción política estatal. La libertad de los individuos, su integración como
ciudadanos con derechos y deberes adquiridos no puede enmarcarse en un cuadro
semejante. El Estado debe ser libre de opresiones externas a la voluntad del
pueblo que lo compone, legitima y empodera a sus autoridades. Las
corporaciones tecnológicas privadas que van detrás de la dominación y control
de los gobiernos deben ser desterradas. El fortalecimiento tecnológico de las naciones debe figurar, inexorablemente, en
sus programas de descolonización cultural frente a las coacciones políticas y
económicas extrañas a sus intereses más genuinos.
MODO A PRUEBA DE FALLOS
“En el 2001 se produjo una situación de restricción muy grande
en el presupuesto, especialmente relacionado con los productos que venían
facturados en dólares. Y a su vez, éstos eran escasos. Se produjo una situación
que nos llevó a restringir todo lo posible el consumo de productos importados.
No podíamos prescindir del hardware y los equipos, pero había
alternativas en el caso del software. Siempre existieron las opciones de
desarrollo propio y alternativo, y las buscamos en productos que venían sin
licencias. En realidad, el primer impulso fue la necesidad de reducir los
costos y nos encontramos con alternativas muy maduras y buenas técnicamente,
con muchas posibilidades de extenderse. Nos interesó el hecho de que fueran de
código abierto, de que pertenecieran a una comunidad que hable y acepte mejoras
y colaboraciones. Así fue como empezamos a buscar alternativas para sustituir
productos licenciados e implementarlos en productos con menos riesgos… Nosotros
nos acercamos al software libre a través de una necesidad económica producto
de la crisis, y encontramos productos maduros que nos sirven para nuestros
equipos. Pero además, nos encontramos con una filosofía que desde el punto de
vista de la forma de producción y distribución, es muy parecida a nuestra
filosofía.”
Esta historia, de cómo una organización social encuentra
refugio en los brazos del software libre, seguramente pueda parecerse a otras
tantas en aquellos meses de convulsión y escasez económica de la temporada de
verano iniciada en diciembre de 2001. El caso del Banco Credicoop, narrado más
arriba por su gerente de informática, Pablo Recepter, evidencia la ineludible
faceta económica de este fenómeno, pero que bajo ninguna circunstancia puede
desplazar a la filosófica. Los hombres hacen historia en circunstancias que le
son dadas, impuestas “naturalmente”. Pero nada determina los resultados de su
praxis. Ante la falta de recursos, endeudarse es una opción, pero no la única.
Apostar por la industria y el trabajo nacional, aun implicando grandes
desafíos, es una opción viable y más que legítima.
El giro en la concepción del rol de la economía en
nuestra sociedad, del Estado como máximo responsable de su regulación, no puede
darse sin re-adecuaciones en otras áreas. La producción tecnológica,
software libre y programación a código abierto, se impone como cuestión de
Estado. A su vez, aquél no puede dejar de acompañar y resguardar las nuevas
lógicas que se van construyendo y consolidando en otros campos. Es incoherente
planificar acciones de gobierno que vayan detrás de la recuperación soberana de
la praxis política, si sus estructuras digitales se configuran mediante los
comandos de empresas transnacionales, íntimamente vinculadas a los grupos económicos
y políticos que conciben al Mercado como gerente de los recursos económicos y
culturales de los pueblos.
Para que quede claro: dime qué software
utilizas, y te diré quién eres. Esta elección no es inocente y mucho menos
en los niveles de responsabilidad cultural que hacen a los organismos públicos
de gestión. El sistema operativo seleccionado determina la relación social de
la que es intermediario. La determina definitivamente, ni siquiera ejerce un
condicionamiento. El software privativo asigna roles bien marcados, disciplina
rígidamente a los usuarios que son sometidos, o que aún se someten
“voluntariamente” a su lógica. Entendemos, entonces, que las administraciones
públicas deben no solo alentar, sino también estructurarse bajo los principios filosóficos
y culturales de los sistemas operativos abiertos.
La soberanía es una condición plena, jamás parcial
o fraccionada. Los Estados no deben habilitar a las corporaciones
transnacionales de la industria tecnológica a que los dominen; son ellos los
que deben dominar a las corporaciones. Aquellas cuestiones centrales que hacen
a la regulación de la comunidad al amparo del Estado, deben ser reguladas
principalmente, y en algunos casos monopólicamente, por éste. Solo el
software libre asegura la verdadera libertad de los usuarios. El software
privativo asegura la libertad de consumo. Bien sabemos que esta última es
de tipo condicional, accesible a quienes pueden pagar la fianza que establezca
la jurisprudencia del mercado de bienes materiales… y simbólicos.
¿Cómo
construir soberanía? ¿Es una tarea exclusiva del Estado? ¿De qué manera
legitimar esa construcción, cómo consolidarla? Entendemos que el mencionado
órgano ejerce una tarea central y primordial, pero que debe sustentarse y aunar
esfuerzos con otros actores. Uno de ellos es el sistema educativo.
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