lunes, 15 de julio de 2013

Resignar comodidad o cómo despertar de la siesta consumista

Por Daniela Dimov



Hubo un tiempo en que soñamos con máquinas que librarían al ser humano de sus labores físicas y éste podría disfrutar de su paso por la Tierra (al menos, quienes no tuvieran que operar esas máquinas, claro). El desarrollo de la industrialización prometía poner al alcance cada vez más y mejores productos y servicios que harían la vida más feliz.
En este contexto, el confort pudo constituirse como un valor socialmente compartido y sobre todo como un valor para fomentar el consumo de productos, y con ellos, de un particular estilo de vida...

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Beneficios de la modernidad. Puede ser, pero ¿beneficios para quién? ¿Para la gente? No parece. Sí, en cambio, para las empresas que aumentan casi ilimitadamente sus ganancias y que, ayudadas por el enorme aparato publicitario que nos acompaña casi hasta en el más ínfimo e íntimo acto de nuestras vidas, imponen las consignas que nos hacen sentir vivos y valiosos. Confort, objetos, status, elementos que circulan como valores asociados a la felicidad y ligados a la identidad: {tengo|soy|existo}. 

Con gran parte de las nuevas tecnologías puestas al servicio de la pasividad, se plantea una fuerte lucha por imponer nuevos valores en nuestra relación con el ambiente y con la sociedad. 
Un consumidor responsable es un sujeto ante todo activo, crítico, cuestionador. ¿Cómo lograr serlo cuando la mayor parte de los procesos productivos son invisibles para nosotros? Eso que acabo de comprar, ¿de qué está hecho? ¿Utiliza materiales tóxicos en su producción? ¿Cuáles son las condiciones laborales de quienes los producen? ¿Se hizo con trabajo esclavo o infantil? Y cuando lo tire, o tire sus restos, ¿dónde van a parar? ¿Se reciclan? ¿Se entierran?  Uf, mejor no saberlo…

Tal como se plantea el modelo ideal de vida hoy en día, consumir de manera responsable implica resignar cierta comodidad (por lo menos para las clases medias y altas) y desprendernos de su tentador, pero aplastante discurso. Separar la basura, consumir alimentos orgánicos y comer menos comida pre-elaborada, cocinar más, comprar en mercados cooperativos, rechazar a las marcas de indumentaria esclavistas, consumir solo lo necesario… es hora de despertarnos de la siesta.

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