domingo, 9 de junio de 2013

LOS HILOS DE NUESTRAS RAICES

Por Diana Aconcha

La conjunción entre la moda y lo aborigen puede generar un beneficio mutuo, pero es importante tener en cuenta que en este momento las comunidades originarias presen­tan una mayor dependencia del diseñador cuando se esta­blece el vínculo. Se deben empezar a instituir pautas de trabajo justo para los artesanos que se vinculan con estos diseñadores, además de capacitaciones que les permitan potencializar su producción artesanal y comercial.



Buenos Aires se pinta de diferentes colores por medio de las vidrieras que temporada tras temporada señalan los paráme­tros a seguir para los consumidores fieles de la moda. Estos consumidores buscan satisfacer sus necesidades estéticas, fí­sicas y personales haciendo de la indumentaria una manifes­tación de su entorno y los nuevos acontecimientos que se van gestado en la cotidianeidad porteña.
Mientras esto sucede, del otro lado, en el noroeste del país, se hallan en la profundidad y complejidad de los tejidos collas, los vestigios de una cultura ancestral que aún sigue vigente y que es argentina. Pueblos originarios intentando mantener el dominio de sus tierras y lo que queda de sus culturas. Comuni­dades originarias que mantienen la producción artesanal más por fervor a sus raíces que por la productividad de la misma.

Dos lugares diversos en un mismo país, con situaciones que no confluyeron durante un largo camino histórico y que el día de hoy, en pleno siglo XXI, se relacionan para establecer un vín­culo que se entabla en el marco del auge de las producciones artesanales como una nueva tendencia en crecimiento.
Los diseñadores de indumentaria empiezan a percibir los be­neficios de establecer algún tipo de relación con la riqueza artesanal de las comunidades originarias, teniendo en cuenta el éxito de diferentes realizaciones con intervención aborigen en el resto de Latinoamérica.
Las nuevas miradas focalizadas en el entorno local replantea­ron la utilización y la aplicación del textil y los gráficos abo­rígenes como alternativa productiva en el desarrollo de las creaciones, generando que a nivel comercial se introdujera una mirada que relacionara en alguna instancia lo aborigen con la identidad argentina.


Lo que resulta de interés en este caso es el tipo de propues­tas que se han ido generando a causa de esta relación y la trascendencia de las mismas en un mercado que empieza a reconocer las propiedades técnicas ancestrales de las comuni­dades originarias y su pertenencia a la identidad argentina.
En la sociedad actual aborigen de los collas el tejido se sigue manifestando ya no sólo como lenguaje. Ahora, más allá de ser una técnica ancestral que se transfirió de generación en generación, se define como una de las fuentes principales de ingresos, sostenimiento y difusión de su existencia. Los cam­bios notados y generados a lo largo de la historia no le quitan significancia simbólica porque se siguen realizando desde la premisa de la identidad del artesano. Por lo tanto, los textiles aborígenes que fueron definidos como mapas simbólicos, en la actualidad se constituyen como piezas comerciales que pro­fesan la identidad de una comunidad colla que se manifiesta aún como originaria.
Este vínculo encausado de la manera adecuada puede ayudar a generar trabajo y puede forjar un movimiento interesante orien­tado hacia la revalorización, la movilización y el trabajo justo. No se puede seguir creyendo que las comunidades originarias tie­nen que estancarse en el tiempo. Es necesario entender y com­prender que las mismas también evolucionan y que esta relación establecida con el mundo de la indumentaria les puede ayudar a potencializar su inclusión en la sociedad actual.

La conjunción entre la moda y lo aborigen puede generar un beneficio mutuo, pero es importante tener en cuenta que en este momento las comunidades originarias presentan una ma­yor dependencia del diseñador cuando se establece el vínculo. Si el artesano no sabe manejar la producción y no sabe cómo comercializar la misma, es muy probable -en primera instan­cia- que la relación que se viene estableciendo no genere los mismos beneficios.
Se deben empezar a instituir pautas de trabajo justo para los artesanos que se vinculan con estos diseñadores, además de capacitaciones que les permitan potencializar su producción artesanal y comercial. Es importante que no sólo se establezca un vínculo superficial, sino que se instaure un enlace que pue­da ayudar a las diferentes comunidades originarias a trabajar de manera digna en un sistema de trabajo que les permita establecerse y sostenerse en un mercado cada vez más com­plicado. No sólo se trata de conformar un sistema que les per­mita vivir a través de su producción artesanal, sino de brindar herramientas para que los pueblos originarios puedan difundir la existencia del arte popular aborigen en la Argentina.

Los artesanos no cobran lo justo, trabajan más por amor a sus raíces y a la artesanía que por la rentabilidad de las mismas.
Al viajar a lo largo de las provincias de Jujuy y Salta encontré a diferentes artesanos colla buscando la manera de poten­cializar su artesanía y darle difusión a sus ideas. El problema no radicaba únicamente en que los artesanos no sabían cómo comercializar sus productos; el problema también radicaba en que la producción industrial proveniente de otros países estaba invadiendo los centros turísticos. La conjunción que se viene estableciendo con el diseño los entusiasma y les permi­te soñar con la posibilidad de reconocimiento y de un nuevo sistema de trabajo digno.

La relación se debe hacer más fuerte, no se trata sólo vincular ele­mentos del arte popular aborigen con la moda; se trata de generar un sistema de trabajo en el que todos puedan beneficiarse.
En esta instancia son muchos los diseñadores que vienen rela­cionándose con las comunidades originarias, pero en realidad son muy pocos los que han establecido una relación justa de trabajo y de difusión de las poblaciones. El artesano origi­nario está trabajando por precios que no cubren la inversión de tiempo y de dinero que realizan. La relación que se viene estableciendo resulta desigual; es necesario que al artesano también se lo capacite, no sólo para que pueda potencializar las cualidades de su producción sino también para que sepa vincularse con los diferentes diseñadores.

De esta manera, es pertinente encontrar los factores que pue­den llevar a los diseñadores de indumentaria a realizar estas apropiaciones de manera adecuada y, de la misma manera, analizar si esta hibridación puede establecerse como una re­lación productiva, rentable y enriquecedora para las comuni­dades aborígenes.

Es el momento donde debe empezar a actuar el diseñador, el investigador, el artista, el profesional de cualquier índole, donde debemos empezar a actuar todos; no se trata única­mente de satisfacer las necesidades de los nuevos mercados que se van gestando, se trata de empezar a actuar más allá de lo que puede llegarse a hacer. Empezar a trabajar en pro de sostener nuestra cultura, definir nuestra identidad y cuidar nuestro patrimonio por medio de la difusión de la identidad originaria, su riqueza, su visión, su color, su potencial y su existencia. Esta visión nos da la posibilidad de reconocernos y de plantearnos orgullosamente como latinoamericanos.

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