Por Diana Aconcha
La conjunción entre la moda y lo aborigen puede generar un beneficio
mutuo, pero es importante tener en cuenta que en este momento las comunidades
originarias presentan una mayor dependencia del diseñador cuando se establece
el vínculo. Se deben empezar a instituir pautas de trabajo justo para los
artesanos que se vinculan con estos diseñadores, además de capacitaciones que
les permitan potencializar su producción artesanal y comercial.
Buenos Aires se pinta de diferentes colores por medio de las vidrieras
que temporada tras temporada señalan los parámetros a seguir para los
consumidores fieles de la moda. Estos consumidores buscan satisfacer sus
necesidades estéticas, físicas y personales haciendo de la indumentaria una
manifestación de su entorno y los nuevos acontecimientos que se van gestado en
la cotidianeidad porteña.
Mientras esto sucede, del otro lado, en el noroeste del país, se hallan
en la profundidad y complejidad de los tejidos collas, los vestigios de una
cultura ancestral que aún sigue vigente y que es argentina. Pueblos originarios
intentando mantener el dominio de sus tierras y lo que queda de sus culturas.
Comunidades originarias que mantienen la producción artesanal más por fervor a
sus raíces que por la productividad de la misma.
Dos lugares diversos en un mismo país, con situaciones que no
confluyeron durante un largo camino histórico y que el día de hoy, en pleno
siglo XXI, se relacionan para establecer un vínculo que se entabla en el marco
del auge de las producciones artesanales como una nueva tendencia en crecimiento.
Los diseñadores de indumentaria empiezan a percibir los beneficios de
establecer algún tipo de relación con la riqueza artesanal de las comunidades
originarias, teniendo en cuenta el éxito de diferentes realizaciones con
intervención aborigen en el resto de Latinoamérica.
Las nuevas miradas focalizadas en el entorno local replantearon la
utilización y la aplicación del textil y los gráficos aborígenes como
alternativa productiva en el desarrollo de las creaciones, generando que a
nivel comercial se introdujera una mirada que relacionara en alguna instancia
lo aborigen con la identidad argentina.
Lo que resulta de interés en este caso es el tipo de propuestas que se
han ido generando a causa de esta relación y la trascendencia de las mismas en
un mercado que empieza a reconocer las propiedades técnicas ancestrales de las
comunidades originarias y su pertenencia a la identidad argentina.
En la sociedad actual aborigen de los collas el tejido se sigue
manifestando ya no sólo como lenguaje. Ahora, más allá de ser una técnica
ancestral que se transfirió de generación en generación, se define como una de
las fuentes principales de ingresos, sostenimiento y difusión de su existencia.
Los cambios notados y generados a lo largo de la historia no le quitan significancia
simbólica porque se siguen realizando desde la premisa de la identidad del
artesano. Por lo tanto, los textiles aborígenes que fueron definidos como mapas
simbólicos, en la actualidad se constituyen como piezas comerciales que profesan
la identidad de una comunidad colla que se manifiesta aún como originaria.
Este vínculo encausado de la manera adecuada puede ayudar a generar
trabajo y puede forjar un movimiento interesante orientado hacia la
revalorización, la movilización y el trabajo justo. No se puede seguir creyendo
que las comunidades originarias tienen que estancarse en el tiempo. Es
necesario entender y comprender que las mismas también evolucionan y que esta
relación establecida con el mundo de la indumentaria les puede ayudar a
potencializar su inclusión en la sociedad actual.
La conjunción entre la moda y lo aborigen puede generar un beneficio
mutuo, pero es importante tener en cuenta que en este momento las comunidades
originarias presentan una mayor dependencia del diseñador cuando se establece
el vínculo. Si el artesano no sabe manejar la producción y no sabe cómo comercializar
la misma, es muy probable -en primera instancia- que la relación que se viene
estableciendo no genere los mismos beneficios.
Se deben empezar a instituir pautas de trabajo justo para los artesanos
que se vinculan con estos diseñadores, además de capacitaciones que les
permitan potencializar su producción artesanal y comercial. Es importante que
no sólo se establezca un vínculo superficial, sino que se instaure un enlace
que pueda ayudar a las diferentes comunidades originarias a trabajar de manera
digna en un sistema de trabajo que les permita establecerse y sostenerse en un
mercado cada vez más complicado. No sólo se trata de conformar un sistema que
les permita vivir a través de su producción artesanal, sino de brindar
herramientas para que los pueblos originarios puedan difundir la existencia del
arte popular aborigen en la Argentina.
Los artesanos no cobran lo justo, trabajan más por amor a sus raíces y a
la artesanía que por la rentabilidad de las mismas.
Al viajar a lo largo de las provincias de Jujuy y Salta encontré a
diferentes artesanos colla buscando la manera de potencializar su artesanía y
darle difusión a sus ideas. El problema no radicaba únicamente en que los
artesanos no sabían cómo comercializar sus productos; el problema también
radicaba en que la producción industrial proveniente de otros países estaba
invadiendo los centros turísticos. La conjunción que se viene estableciendo con
el diseño los entusiasma y les permite soñar con la posibilidad de
reconocimiento y de un nuevo sistema de trabajo digno.
La relación se debe hacer más fuerte, no se trata sólo vincular elementos
del arte popular aborigen con la moda; se trata de generar un sistema de
trabajo en el que todos puedan beneficiarse.
En esta instancia son muchos los diseñadores que vienen relacionándose
con las comunidades originarias, pero en realidad son muy pocos los que han
establecido una relación justa de trabajo y de difusión de las poblaciones. El
artesano originario está trabajando por precios que no cubren la inversión de
tiempo y de dinero que realizan. La relación que se viene estableciendo resulta
desigual; es necesario que al artesano también se lo capacite, no sólo para que
pueda potencializar las cualidades de su producción sino también para que sepa
vincularse con los diferentes diseñadores.
De esta manera, es pertinente encontrar los factores que pueden llevar
a los diseñadores de indumentaria a realizar estas apropiaciones de manera
adecuada y, de la misma manera, analizar si esta hibridación puede establecerse
como una relación productiva, rentable y enriquecedora para las comunidades
aborígenes.
Es el momento donde debe empezar a actuar el diseñador, el investigador,
el artista, el profesional de cualquier índole, donde debemos empezar a actuar
todos; no se trata únicamente de satisfacer las necesidades de los nuevos
mercados que se van gestando, se trata de empezar a actuar más allá de lo que
puede llegarse a hacer. Empezar a trabajar en pro de sostener nuestra cultura,
definir nuestra identidad y cuidar nuestro patrimonio por medio de la difusión
de la identidad originaria, su riqueza, su visión, su color, su potencial y su
existencia. Esta visión nos da la posibilidad de reconocernos y de plantearnos
orgullosamente como latinoamericanos.
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