Por Damian Carlo (Golgothan)
Números, eso es lo que somos para los de arriba. 49 muertos, 600
heridos, 4% de votantes en el país, 45% en la Ciudad. Números que se apilan,
que se entierran, que se guardan en cuentas extranjeras. Pero no es culpa de
ellos, ni de Cristina, ni de Macri, ni de Schiavi, ni de Kentucky Fried Chicken
Sobrero. Es culpa tuya y mía, del que tenemos al lado y enfrente. Porque desde
el inicio de esta Nación se fomenta la desidia, la ignorancia, la
autopreservación. Si te chupa un huevo lo que le pasa al otro, cómo vive, cómo
sufre, por qué a tus representantes les importaría? Nos representan como
sociedad y ellos son lo que proyectamos.
Y como todo, esto va a pasar y nada va a cambiar, como Cromagnon, que al recital siguiente no faltó el pelotudo con la bengala, como los muertos del 2001 que fueron nada más que una mancha roja en el asfalto del Microcentro mientras ibas a trabajar. Esto es lo mismo. Mientras lees esto, el Sarmiento abre sus puertas y 1000 personas hacinadas, colgadas, desafiando la gravedad, vuelven a su casa, para estar con sus hijos, para tomar una cerveza, para mirar la tele o sólo para sentirse bien en sus refugios, ¿qué importa? Tienen que volver y no importa cómo, total… la monada se la banca.
¿Te acordás hace unos años, cuando los pasajeros del Sarmiento
protestaron y te hicieron creer que era una maniobra de Pino Solanas para
promocionar una película? Claro, como la gente del conurbano se va a cansar de
viajar como el orto y pensar que puede protestar, tiene que ser una maniobra de
marketing de una película que nadie vio.
En tiempos de leyes extrañas, donde cada maniobra de protesta es tildada
de terrorismo, la desidia contra tu pueblo... ¿qué es? Y no me refiero sólo a
Once; el fértil suelo argentino se nutre del desamparo y las muertes
silenciosas. Saliendo de las fronteras bonaerenses, entrando a esos feudos
dignos de la Tierra Media de Tolkien; megaminería a cielo abierto, tala
indiscriminada de bosques, destierro de pueblos originarios y mordazas a las
voces libres e independientes. Muertes cotidianas que ya nadie oye.
Se murieron 50 personas que iban a laburar. 50 que jamás van a
disfrutar esos milagros democráticos del Automovilismo para Todos, de las
bicisendas palermitanas, de las fantabulosas reposeras amarillas de Haciendo
Buenos Aires, de los exorbitantes hoteles del Sur, de la Televisión Digital
Abierta, ni de la película de Pino, esa que nunca supieron siquiera que
existía.
En tiempos de SUBE, Metrobuses, traspaso de Metrovías, números y más
números, se olvidan de los que van arriba, los que bancan todo, porque se
sabe, desde tiempos inmemoriales, que las estatuas de estación nacieron con el
boleto picado...
El pseudo progresismo, los adoradores de las cartas abiertas, creen que
el gobierno ES lo que NO ES. Relato no es lo mismo que realidad. Memorizan el relato
como actores de televonela de lata. Repiten y disparan mohines como una Thalía
traicionada. ¿Cuántas muertes más se necesitan para darse cuenta que el sistema
ha colapsado? Son parte vital del problema, pero se presentan como la única
solución. Eso sí, mandan primero a los bufones y arlequines, mientras los reyes
guardan silencio, la declaración más estruendosa que un líder (fingido,
artificial, hipócrita) pueda realizar. Citando al poeta Décimo Junio Juvenal:
“quis custodiet ipsos custodes?” (¿Quién vigila a los vigilantes?). El
culpable de la minería es el progreso; de la represión en las protestas son los
críticos que no valoran el país ejemplo que hace todo bien; de los desastres
ferroviarios son los 90, el maquinista, los pasajeros vagos que no sacan la
tarjeta y viajan todos apretados porque no quieren esperar el otro tren que
viene una hora y media después, y los frenos marca “Patito”. Los eternos
troskos que ven tragedias en todos lados, los que no los votan por culpa del
periodismo monopólico que guía sus vidas, todos son culpables.¿Sabés qué?
Tienen razón y es hora de hacerse cargo, de luchar contra la desidia y nadie lo
puede hacer por vos. Cualquier acción, mínima, insignificante, es indispensable
para el cambio. Demasiados sacrificios para que sigas dormido. Despertate, que
estás a tiempo .
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