martes, 4 de junio de 2013

EL DISCO ES CULTURA

En el presente trabajo pretendemos explorar ciertos aspec­tos de la industria discográfica de acuerdo a lo que denomina­remos paradigma del soporte. Nuestra hipótesis es que cada soporte sobre el que ha funcionado la industria discográfica ha aparejado un cuerpo específico de relaciones y estructuras de producción. Identificaremos tres grandes paradigmas: el Vinilo, el Casete y el CD. Para llegar luego al último paradig­ma, cuya característica principal es precisamente la ausencia de soporte. Al mismo tiempo, el avance y masificación de los medios de comunicación agregaron al negocio musical la ca­pacidad de construir valores simbólicos por fuera de lo estric­tamente musical, posibilitando su expansión horizontal.

Por Ricardo De Luca




LOS PARADIGMAS DE LA INDUSTRIA DISCOGRÁFICA Y LA CRISIS DEL SOPORTE
Acorde al resto de los campos de lo que denominamos Indus­trias Culturales, el mercado de los Fonogramas, es decir, la industria musical -habitual y erróneamente asimilada a la in­dustria discográfica-, carece de un cuerpo de datos fehacien­te y de investigaciones conscientes al respecto. La cruzada iniciada por Octavio Getino en 19951 marca el primer paso de estudios sobre este campo. Puede contarse en la actualidad con un modesto número de investigaciones al respecto, don­de se destacan los interesantes trabajos de César Palmeiro (coordinado por el mismo Getino) y un puñado de presenta­ciones en congresos de distintos autores. Por otra parte, las entidades relacionadas al sector -CAPIF (Cámara Argentina de Productores de fonogramas y videogramas), SADEM (Sin­dicato Argentino de Músicos), AADI (Asociación Argentina de Intérpretes)-, lejos de motorizar investigaciones al respecto, exhiben un preocupante desinterés por las transformaciones que el avance tecnológico y los cambios culturales generan sobre el mismo. Un espíritu de negación sobrevuela la indus­tria y arremete ciegamente contra la piratería, atribuyéndole todos sus males. Del mismo modo, la falta de conciencia polí­tica, gremial y económica por parte de los músicos represen­tan fuertes barreras para resolver los nuevos desafíos que se presentan e incluso para tomar posición ante situaciones de injusticia ya naturalizadas. La formación de la UMI (Unión de Músicos Independientes) en 2001 significa el primer paso hacia posiciones de conciencia política y agencia económica.
En el presente trabajo pretendemos explorar ciertos aspectos de la industria discográfica de acuerdo a lo que denomina­remos paradigma del soporte. Nuestra hipótesis es que cada soporte sobre el que ha funcionado la industria discográfica
1 Getino, O.: Las Industrias Culturales en la Argentina. Dimensión económica y políti­cas públicas, Ediciones Colihue, Bs. As., 1995.
2 Cuadro de elaboración propia en base a datos de OIC y CAPIF.
3 Sitio web CAPIF (www.capif.org.ar). El número es tan raro que parece exagerado. Si tenemos en cuenta los números estimados de venta de 2009 (de los que disponemos) que representan las ventas de 13.591.61 unidades con un importe de $ 333.443.428, la piratería representaría casi el 78% del mercado.
4 Ídem.
5 Ídem. Hay que tener en cuenta al analizar los números de CAPIF, que ésta representa los intereses de la industria discográfica, que no es lo mismo que los intereses de los músicos.


ha aparejado un cuerpo específico de relaciones y estructuras de producción. Identificaremos tres grandes paradigmas: el Vinilo, el Casete y el CD. Para llegar luego al último paradig­ma, cuya característica principal es precisamente la ausencia de soporte. Al mismo tiempo, el avance y masificación de los medios de comunicación agregaron al negocio musical la ca­pacidad de construir valores simbólicos por fuera de lo estric­tamente musical, posibilitando su expansión horizontal.
SITUACIÓN DE LA INDUSTRIA DISCOGRÁFICA
Es habitual leer y escuchar acerca de la crisis de la industria discográfica. Las ventas descienden año tras año. En el caso de Argentina se había alcanzado un pico histórico de venta de CDs en 1998 de 23.4 millones de unidades, el cual sufrió una pronunciada caída hasta llegar a los 5.8 millones en 2002 para luego ascender (en 2003) a 10 millones, proyectando un cre­cimiento del 22% hacia el 2004, pero ya muy lejos de su techo histórico de 1998. En el Cuadro 1 se ve la curva de ventas de CDs desde 19952.
Un cambio en los hábitos de consumo de música pareciera ser la razón esgrimida con mayor frecuencia. Se menciona enton­ces a la piratería como el factor más perjudicial para el desa­rrollo de la industria. CAPIF sostiene que “la venta ilegal de música en soportes no autorizados por sus titulares llega a im­plicar en Argentina pérdidas por $1.184.038.461 (incluyendo soportes físicos y digitales)3,” Esto significaría que un 60% del mercado es ilegal y que la “distribución y puesta a disposición eleva ese porcentaje en Internet al 99,99%.”4
Estos números catastróficos y tal vez exagerados sirven, sin embargo, para precisar una realidad evidente: que la indus­tria discográfica está ya muy cerca de su cenit. Sus principales actores económicos parecen delirar y entonces los mandamases de la industria de la música exhiben su argumento más po­deroso; aquel que sostiene que los músicos son los principales perjudicados por la caída de la industria discográfica. CAPIF lo dice de la siguiente manera:
“La música nacional es la que más afectada se ve por la pi­ratería, ya que en Argentina casi el 50% de las ventas legales corresponden al repertorio local, favorito por el público en comparación con otros”5.
También se sostiene que el avance de la piratería empobrece el acervo cultural, ya que al disminuir las ganancias de los autores, éstos serían menos creativos. Este razonamiento ca­mina a la par de la ley de propiedad intelectual y derechos de autor y le debe gran parte de su peculiar lógica. viven gracias a las discográficas; que la crea­tividad es directamente proporcional al beneficio económico y que esta relación de producción inherente al mundo de las industrias culturales no es conflictiva. Por tanto, si peligra el futuro de las discográficas peligra la cultura musical entera.
La verdad es que la música existe antes que las discográficas y los músicos, antes que aquellas dos. Lo que en realidad está en crisis es una forma de la industria cultural: la novedad histórica de las discográficas. Lo que implican en términos tecnológicos y económicos es algo que debe ser analizado con cuidado.
Sostenemos aquí que la crisis de la industria discográfica, entendida como crisis del soporte, implica una serie más profunda de transformaciones en el campo de las industrias culturales. La música se transformó en información y ya no parece existir soporte posible de comercializar en términos de mercancía. La música circula por internet y es de fácil acceso para cualquier usuario; el mismo avance tecnológico vuelve a las grabaciones -la producción de los registros musicales- cada vez más económicas y al alcance de cualquiera. Ya no son ne­cesarias grandes inversiones, lejanas a toda posibilidad de los músicos para grabar sus discos. Las discográficas son cada vez menos necesarias en la vida de los artistas. Y las esquirlas de esta explosión llegan a socavar los argumentos mismos de la propiedad intelectual.

LA MÚSICA Y LA TECNOLOGÍA
A diferencia de otras ramas de la industria cultural, la músi­ca es extremadamente sensible a los cambios tecnológicos. El negocio del cine, por ejemplo, ha cambiado muy poco a en relación a los gigantescos avances que hubo en cuanto a producción, filmación y proyección. En cambio, la industria discográfica depende no sólo de la tecnología necesaria para la producción de los fonogramas (la tecnología de grabación) sino de un conjunto preciso de reproducción. Es decir, de so­portes que contengan música y equipos capaces de reprodu­cirla a partir de ellos. Cada incorporación de un nuevo soporte aporta un grado de incertidumbre a la industria, ya que ésta depende de la velocidad en que se masifique en los hogares de los consumidores la nueva tecnología de reproducción.
Podemos decir aquí que la industria discografía atravesó tres grandes paradigmas tecnológicos y que en su transcurso las compañías de grabación adoptaron distintos tipos de estrate­gias comerciales.  El primero y el que da inicio a toda esta industria sería el paradigma de los vinilos, que se basa en la aparición de la tecnología del microsurco en 1948. En ese entonces las com­pañías que producían los discos producían también los equi­pos de reproducción.

6 Palmeiro, C.: La Industria Del Disco. Economía de las PyMEs de la Industria disco­gráfica en la cuidad de Buenos Aires”. Investigaciones OIC, Secretaria de Cultura del Gob. Bs. As., 2005, p.13. Estos argumentos niegan la novedad histórica del mercado de consumo artístico, que es muy posterior a la realidad cultural del arte. ¿Cómo hizo Beethoven para ser creativo y original sin organismos de derecho de autor ni leyes al respecto? Es algo que el razonamiento discográfico no podría explicar.
7 Getino,O.: op.cit., p.113 ­
El primero y el que da inicio a toda esta industria sería el paradigma de los vinilos, que se basa en la aparición de la tecnología del microsurco en 1948. En ese entonces las com­pañías que producían los discos producían también los equi­pos de reproducción. Esto fue así hasta el final de la segunda guerra mundial cuando “ambas actividades se desarrollaron por separado y mientras una se ocupó de la innovación tecnológica en el campo de los aparatos (electrónicos, electromagnéticos, alta definición, minicomponentes, digitalización, laser, etc.) la otra lo hizo en el sector del show business, los espectáculos, la programación radiofónica y televisiva, el video clip, etc.”7
Así identificamos al segundo paradigma, que podríamos definir como un espacio de transición entre dos soportes, el disco de vinilo y el CD. En este nuevo escenario reina la grabación sobre el dispositivo electromagnético, es decir, la era de los casetes. La novedad del soporte y las nuevas alianzas estraté­gicas de las discográficas introducen dos nuevos elementos y la principal contradicción de la industria. Al no tener control sobre el desarrollo de la tecnología de reproducción las dis­cográficas no podían frenarlas y las empresas productoras de electrodomésticos no sólo hicieron equipos capaces de repro­ducir música sino también capaces de copiar soportes. Así la grabación casera hizo posible la piratería.
El otro elemento clave de este nuevo paradigma -que se irá acrecentando a la par de la contradicción tecnológica- es el desembarco masivo de los medios de comunicación. Junto a la masividad de la televisión, de las radios, de los diarios, los medios de comunicación empezaron a ser mucho más que eso. Se instalaron como constructores de gustos, de sentidos, de
significados colectivos. Así la televisión y la radio se convirtie­ron en los aliados decisivos para la industria discográfica. Esto marca el tercer paradigma: el CD. Aparecido en 1983, preci­ saba dos movimientos. Primero, un cambio tecnológico por parte de los consumidores que debían acceder a los nuevos equipos reproductores y, por otro lado, la incorporación por parte de las discográficas de la nueva tecnología.
En Argentina esos dos movimientos convergieron a mediados de los ’90, siendo 1998 el pico histórico de ventas de CD ya mencionado. La primavera del CD contó con un descenso de la piratería, ya que inicialmente no era posible copiarlo case­ramente; además del fenómeno de “migración de discotecas” que, siguiendo a Palmeiro, definimos como la situación donde “los individuos tienden a reemplazar sus grabaciones favoritas en el viejo formato por las mismas grabaciones en el nuevo formato y, de esa manera, migran una parte de su discoteca al nuevo soporte, impulsando temporalmente las ventas.”8
Este escenario cambia radicalmente a partir de lo que deno­minamos la crisis del soporte. Y es que a diferencia de lo que pasó con la aparición del CD (que significó un cambio de so­porte y de tecnologías de reproducción), la aparición de tec­nologías de compresión de información (los MP3, MP4, etc.), a la par de la masificación de las conexiones de internet y la tendencia mundial de intensificarlas, convierten a la música en información. Y la observación tiene muchas más conse­cuencias de lo que parece. El cuarto paradigma de la industria de la música ya no se estructura sobre las implicancias de un soporte, sino sobre la ausencia de éste.
LA CADENA DE VALOR DE UN DISCO Y EL MERCADO LOCAL
El mercado mundial de la música presenta características mo­nopólicas. Se trata de multinacionales que entrelazan varios aspectos del mundo del entretenimiento -o las industrias cultu­rales, como preferimos llamarle-. Según Palmeiro (2005), entre cuatro discográficas se reparten el 75%9 del mercado mundial, quedando 25% para los sellos pequeños o independientes. Para el mercado argentino esta proporción aumenta a un 82,6% y 17,4%10. Estamos hablando de un mercado en el que para 2009 se estimaron ventas por un total de $ 333.443.428. Es decir que el mercado independiente rondaría los $58.019.156.
En el estudio realizado por Palmeiro se relevan 61 sellos inde­pendientes. La misma cantidad de sellos presenta un estudio más reciente del OIC (2011)11. Sin embargo, como sucede en el mercado mundial y ya observamos con Civano, no pocos de estos sellos son a su vez subsidiarios de las grandes multinacionales.
La mayoría de las investigaciones12 de las que disponemos co­inciden en establecer la cadena de valor de la industria disco­gráfica de la siguiente manera:
Autor o compositor
Intérprete
Realizador
Editoriales
Fabricantes
Distribuidores
Compañías discográficas
Minoristas
Los primeros dos eslabones de la cadena refieren directamente a la creación y ejecución musical; es el mundo de los músicos como compositores y como ejecutores de música. En términos de representación legal SADAIC y AADI13 serían sus referentes. SADAIC defiende los derechos de autor de los compositores musicales; su constitución data de la época de las orquestas de tango, donde distintas orquestas ejecutaban un repertorio más o menos estable. Los compositores no siempre eran mú­sicos en esas orquestas y debían cobrar una participación por aquellos espectáculos14. Las editoriales funcionan como me­diador legal entre los autores y las compañías discográficas. “El arreglo funciona de la siguiente manera: el compositor cede sus derechos de autor a la casa editora y ésta, por su parte, se compromete a optimizar la explotación de la obra en cuestión.”15
AADI representa los derechos de los ejecutantes. Se pueden grabar composiciones de otros músicos pero no por ello se pierde una participación sobre la grabación. Así, un músico que registra sus propios temas -que es una de las característi­cas del rock- entraría dentro de ambas representaciones.
Los últimos cuatro eslabones de la cadena empiezan a delinear el corazón de la industria discográfica; refieren directamente a la producción del soporte. Primero se produce el “master”, que vendría a ser el original de donde se podrán copiar luego el resto de los discos. Finalmente, la distribución de los discos concluye en una red de minoristas cuya tendencia también es de alta concentración.
EL “COSTO HUNDIDO”
La producción del master encierra el primer valor agregado de la industria discográfica; en él aparece la figura del realizador como “el encargado de coordinar las tareas de grabación (…). Su tarea contiene un componente artístico importante; por lo general dirige artísticamente y técnicamente la grabación con el fin de lograr un producto comercialmente atractivo.”16
8 Palmeiro, C.: op. cit., p.42 Este fenómeno también está condicionado materialmen­te, llega un momento en que el recambio tecnológico vuelve imposible la reproduc­ción de los viejos soportes.
9 Estas discográficas son EMI, Universal, WARNER, SONY-BMG. La fusión de SONY-BMG es bastante reciente (2004) y evidencia la fuerte tendencia de concentración del mercado. En un estudio anterior Civano( 2003) ubica la proporción en un 70% y 30% pero entonces todavía no se había llevado a cabo la fusión de SONY y BMG. En ese trabajo Civano también destaca la proliferación de sellos dependientes de las entonces cinco grandes discográficas.
10Según datos de IFPI para el año 2004, en Palmeiro, C.: op. cit.
11Observatorio de Industrias Culturales, 2011
12Palmeiro, 2004, 2005; Civano, 2004; Colhnheim, 2008.
13 El SADEM (sindicato de músicos) viene a representarlos sindicalmente, pero no sabemos muy bien ante quiénes. No conocemos casos de músicos que hayan entablado, mediante el SADEM, algún tipo de litigio contra SADAIC, AADI o alguna discográfica cualquiera. Sí encontramos en la página del SADEM sendas notas sobre la piratería y sus terribles con­secuencias. Recientemente, una disputa entre la UMI y el SADEM sacó a relucir su escaso conocimiento de la realidad actual de la música. El SADEM pretendía, a partir del anexo del CCT 112/9, técnicamente sindicalizar a todos los músicos, esto es, hacerle pagar una cuota sindical a todo ejecutante musical gracias a lo cual podrían tener “derechos laborales y cobertura de salud” y al mismo tiempo se planteaba en contra del “pagar para tocar”, estableciendo un mínimo fijo (sobre el que se podría descontar esa cuota sindical, obviamente) de remuneración. La UMI respondió ante eso diciendo que “es muy difícil que un local donde se ejecuta música en vivo contrate a un músico que hace sus canciones y recién empieza, y ni hablar de una banda con muchos integrantes. Esto lo sabemos los que tocamos seguido. Ahora pareciera que el Secretario general del SADEM, Ricardo Vernazza, ha perdido los parámetros de la realidad que se manejan para realizar música en vivo” (Fuente: sitio web de UMI:  http://www.umiargentina.com/umiargentina/component/ acymailing/archive/view/listid-21-nueva/mailid-53-el-sadem-nos-agravia-eso-quiere-decir-que-estamos-en-el-camino-correcto.html ) 
Tampoco el SADEM tomó ningún tipo de actitud, ni política ni sindical cuando el incendio del boliche Cromañón en 2004 (con sus tremendas consecuencias) evidenció las pésimas condiciones de seguridad en las que trabajaban los músicos argentinos.

La grabación, además, requiere de una infraestructura capaz de captar correctamente las ejecuciones musicales. La tecnolo­gía para ello siempre fue extremadamente costosa, de ahí que en los inicios de la industria discográfica la grabación fuese una de sus piezas clave.
Recordemos que la música pudo comenzar a comercializarse como tal sólo después de que se alcanzara la tecnología capaz de registrarla.
En la industria discográfica se entiende por ‘costo hundido’ a “los costos asociados a la obtención de una idea”17, es decir, el costo del original o master. Estos costos tienen que pagar­se de entrada y se presentan como irrecuperables. Es lo que cuesta encontrar un artista y convencerlo de grabar. “Una vez que el artista ha firmado el contrato con la compañía y que el disco está grabado, gran parte de la inversión ya ha sido realizada y si el disco fracasa no hay forma de recuperar el dinero gastado.”18 En el costo hundido también entra la in­versión en promoción y difusión. Lo que la revolución digital comenzó a socavar es este primer valor agregado de las dis­cográficas. Conforme el avance tecnológico, cada vez fue más barato grabar con óptimos resultados de sonido. Las discográ­ficas ya no eran necesarias para grabar. Ahora podían recibir discos ya grabados y decidir si editarlos19 y, principalmente, si promocionarlos o no. Las multinacionales dejaron de bus­car músicos, esta misión fue dejada en manos de los sellos independientes. Surgió “una nueva división del trabajo en la industria discográfica, donde las indies actúan como depar­tamentos externos de la investigación y del desarrollo de las majors.”20 Las multinacionales transfirieron así a los sellos independientes los riesgos del negocio artístico. Serían ellos quienes, de ahora más, editarían productos experimentales y riesgosos. Si alguno de estos productos resultara exitoso sería tomado por las multinacionales. El negocio musical comenzó a caminar con mayores certezas que antes.
Si durante el primer y segundo paradigma las discográficas eran necesarias e indispensables para poder financiar la producción de los fonogramas (de los master a reproducir), durante el tercer paradigma las discográficas son necesarias para accio­nar los mecanismos de difusión y propaganda mediática.
LA PROPIEDAD INTELECTUAL Y MONOPOLIO ARTIFICIAL
Por lo general se sostiene que la música constituye un bien no rival, o sea, el consumo o utilización de ese bien por determi­nado consumidor o usuario no impide el consumo o utilización por otro consumidor o usuario. Es decir, un bien no rival sería aquel que puede ser simultáneamente adquirido por varios consumidores. El bien tangible en la música -el disco- no puede ser usado por varios consumidores, pero la música en sí misma, el bien simbólico que ese soporte contiene, sí.21
Nos detendremos un poco más en ciertas características de ese bien simbólico para explicitar algo de su naturaleza monopólica.
Una obra de arte cualquiera, en términos de apreciación artís­tica, no compite con ninguna otra. Constituye lo que algunos autores llaman “experiencia inédita”22. Pero en términos de consumo, una obra arte de cualquier género o autor determi­nado sí compite con cualquier otra obra artística de cualquier otro género y autor. El desafío de la industria cultural es en­tonces enfatizar el carácter único de cada producto cultural, transmitiendo al soporte -que es lo que realmente comercia­liza- el carácter monopólico de la obra artística. En otras pa­labras, se trata de transmitir al consumo cultural el carácter exclusivo de la apreciación artística. Este paso, sin embargo, se compone de dos movimientos. El primero fue legislar la propiedad sobre la obra artística y de esa manera obtener el control sobre las reproducciones. No es otra cosa que im­poner sobre la mercancía del soporte una situación artificial de monopolio. Así funciona la ley de propiedad intelectual, reglamentando monopolios de reproducción sobre las copias originales23. El segundo paso consiste en construir socialmente los parámetros de apreciación cultural. De posicionar simbó­licamente los productos artísticos, de valorarlos. Para ello los medios de comunicación cumplen una función decisiva. Si con el avance tecnológico en los campos del registro musical las discográficas perdieron la posición dominante sobre los músi­ cos que implicaba el control sobre los medios de la grabación, mantuvieron y extremaron su centro estratégico en el acceso a los medios de comunicación.
Pero no es solamente la obra la que se posiciona, sino que también se posiciona al artista. Así, retomando a Palmeiro, la tendencia general del mercado discográfico actual se basa “en el desarrollo de personalidades globales que puedan ser comunicadas y explotadas a través de múltiples medios y so­portes, mediante la publicidad, el endosamiento de productos y el patrocinio de productos de consumo.”24 A esto se le llama “star-system” y se configura como la estrategia central, la cual va de la mano con una expansión horizontal, esto es, la tendencia de las compañías a proyectarse hacia otros costa­dos del negocio. Esto explica la alta concentración del nego­cio porque reduce los costos de la promoción y difusión.
DE LA LUCHA CONTRA LA PIRATERÍA A LA DEFENSA DEL ATRASO: EL CANON DIGITAL.
Se sostiene que la música es un bien de información. Según este razonamiento, la música como tantos otros productos -siempre dentro de lo que definimos como industrias cultu­rales- que son pasibles de codificación en fórmulas de unos y ceros, es decir, todo aquello que puede ser codificado y alma­cenado, constituye un tipo particular de bien. Creemos que este planteo contiene un sesgo teleológico, en tanto analiza todo un proceso desde su consecuencia. ¿Cuántos bienes pue­den convertirse en bienes de información conforme avanza el desarrollo tecnológico?25 Al mismo tiempo, esta idea niega el proceso histórico que resulta en la constitución de ese “bien”. La música tal como la concebimos hoy, a través de obras con determinadas características (el formato de álbum de entre 11 y 14 temas, temas de entre 3 y 8 minutos) pasibles de ser comercializados en determinados soportes, es el resultado de todo un proceso histórico que entrelaza lógicas comerciales y artísticas, arbitrariedades del mercado y de los autores. Ade­más, este razonamiento introduce subrepticiamente el con­cepto de propiedad al mundo simbólico que analiza. Creemos que más útil al análisis es pensar, como hemos hecho hasta aquí, que el desarrollo tecnológico transformó a la música con todo su bagaje histórico, no en un bien de información, sino en información misma.
Ahora, si pensamos que la música mediante la tecnológica de compresión se convirtió en información, se abre juego al com­plejo universo de transformaciones que internet ha generado en el mundo de la información.
Veamos ahora cómo esta revolución impacta en la industria musical. Arriba mencionamos varios eslabones de la cadena de valor; nos detendremos aquí en los dos más importantes y es­tratégicamente más decisivos: la fabricación y la distribución.
Palmeiro menciona tres aspectos del desarrollo tecnológico a tener en cuenta. El abaratamiento e incremento de la capa­cidad de procesamiento de las computadoras hogareñas, más el desarrollo de los formatos de compresión de música hizo posible la incursión de la música al mundo de la informática. Por otro lado, la masiva irrupción de las tecnologías de comu­nicación, esencialmente las conexiones a internet de banda ancha y la fusión de los equipos de audio con la informática “proveyeron la infraestructura decisiva”26 y “la fusión de la tecnología de audio con la informática” puso al alcance del público “eficaces herramientas de grabación, mezcla y edi­ción de audio 27” .Esto posibilitó la inicial escisión entre las discográficas y los primeros eslabones de la cadena, reducien­do drásticamente algunos sectores del costo hundido.
Pero la distribución y la fabricación también son afectadas por estos procesos. La transmisión de la información dentro la red, los nuevos dispositivos de reproducción que no precisan más soportes que una capacidad de almacenamiento hacen que ya no sea realmente necesario producir físicamente dis­cos. Cuando el recambio tecnológico se haya masificado, es decir, cuando la mayor parte del mercado de consumo haya incorporado la nueva tecnológica de reproducción, que en realidad ya casi posee, porque no se trata de otra cosa que de las computadoras hogareñas, ¿tendrá sentido comprar discos? Hoy por hoy el consumidor de música se encuentra en una disyuntiva. Si quiere escuchar música en su mp4, comprando legalmente el disco, no tiene más remedio que, una vez com­prado el disco, traducirlo al idioma del futuro y almacenarlo -computadora mediante- en su mp4. O puede bajarlo de algu­na página de internet y se habrá ahorrado el problema y tal vez el tiempo de traducir el disco de un formato a otro. Ya cada vez son menos los equipos de audio que se fabrican con reproductores de casetes. Dentro de poco pasará lo mismo con los reproductores de CD y quizás los mismos equipos de audio dejen de fabricarse.
Asimismo, la supresión del objeto material, del soporte, supri­me consigo toda lo que aparejaba su distribución. La internet y su dimensión global impacta de manera significativa en las dimensiones de la cadena de distribución. Una vez que alguien ha subido a la web un disco es fácil descargarlo desde cual­quier parte del mundo, prácticamente sin mediaciones.
En resumen, la nueva tecnología vuelve obsoleta la produc­ción de soportes con todo lo que aparejaba su distribución y propone al mismo tiempo modos de circulación mucho más ágiles y con un potencial de acceso infinitamente superior. Lo único que restringe el absoluto apogeo de un nuevo paradigma musical es la incorporación masiva de las nuevas formas de reproducción y los usos y costumbres de la sociedad respecto a estos dispositivos.
Ante semejantes acontecimientos la industria del disco ha res­ pondido de la forma más reaccionaria y conservadora. Civano men­ciona varios ejemplos de actitudes tomadas por las discográficas en EEUU respecto a la piratería y el sistema P2P 28. En la mayoría de los casos se trataba de buscar sentencias ejemplificado­ras para usuarios de internet que descargaran música. “En un caso la justicia impuso una multa de US$ 2.000 a una adoles­cente de 12 años que había subido 1.000 canciones a internet y la obligó a pedir disculpas públicamente por intermedio de sus padres.”29 En otro caso se enviaron “cartas a los particu­lares que tenían archivos mp3 en sus máquinas advirtiéndoles del riesgo de ser legalmente perseguidos.”30 Concluye Civano que “las resoluciones adoptadas por las empresas generaron más presiones que estímulos, empeorando su imagen ante la opinión pública y minando la poca lealtad que quedaba en los consumidores.”31 Lo que se puede observar es cómo las disco­gráficas, en vez de intentar incorporar la nueva tecnología y con ella al progreso tecnológico han buscado, en la apelación a las costumbres morales y el uso de las armas legales, la ma­nera de mantener la situación de mercado.
Sobre la apelación moral ya hemos mencionado algo antes, se trata de los derechos de los músicos. La piratería -gritan las multinacionales- perjudica sobre todo a los músicos. No es casual que haya sido una banda (Metallica) la que representó los intereses de las discográficas ante Napster. Se pretendió mostrar a los músicos como litigantes y mayores perjudicados por la piratería. ¿Pero esa batalla fue contra la piratería o contra la tecnología? Una vez cerrado Napster las discográfi­cas no propusieron una nueva forma de negocio que incorpore las novedades tecnológicas que Napster evidenció.
En la Argentina el último arrebato del pasado se puede ver en el proyecto de ley S-3732/10, la ley que introduce en la venta de dispositivos de almacenamiento un impuesto nuevo. El canon Digital, como se lo ha llamado, pretende compensar a las distintas entidades de derecho de autor por las pérdidas que los autores sufrirían por el uso de estos dispositivos para el almacenamiento de bienes de información. En la práctica es un impuesto a la tecnología por sus posibles usos. Más allá de la discusión sobre si la norma rompe con la presunción de inocencia -concepto básico del derecho-, esta norma lo que hace es grabar impositivamente el uso y almacenamiento de la información, su circulación. Y con el argumento de los derechos de autor, cuya utilidad para la industria cultural ya demostramos, justifica la apropiación de los ingresos para las entidades de autores (que no son los autores).Irónicamente, esta curiosa norma no viene del lado de las multinacionales ni de los autores, sino más bien de ciertos círculos sindicales,a saber, las entidades de derecho de autor 32. Esta trasnochada aventura recaudatoria de los sindicatos de autores generó una vasta discusión, con notas en muchos medios y gigantescas olas de repudio que llegaron de todos lados, pero nunca se alcanzó el debate detrás de toda la cuestión: el tema de la libre circulación de información. Es la discusión sobre el soft­ware libre.
¿Qué pasaría si la limitación al acceso impidiera la circulación de tratados científicos, de investigaciones, de información cuya difusión pudiera evitar enfermedades, guerras? Al mis­mo tiempo, la producción intelectual y artística es también parte del progreso humano, un régimen de control sobre su circulación es un régimen de control sobre el progreso. En la discusión sobre la libre circulación de la información se jue­gan muchas más cosas que las mezquinas utilidades de algunas casas editoriales o sellos discográficos. Y la democratización de la información va en contra del argumento mismo de la propiedad intelectual.
EL MUNDO DE LOS ESCENARIOS: LOS MÚSICOS ANTE UN NUEVO PANORAMA DE UN MUNDO CAMBIANTE
Por último, concluiremos este trabajo intentando aproximar­nos al modo en que este nuevo paradigma de la industria mu­sical, ya no discográfica, afecta a los músicos locales. Primero hay que hacer una distinción. La música argentina, como el resto de las industrias culturales locales, atraviesa la mayor etapa recesiva de su historia. Hemos mencionado algunos as­pectos de este fenómeno en un trabajo anterior 33. En el caso de la música, prácticamente no ha habido recambio ni fenó­menos musicales llamativos en las últimas décadas. Así como en la literatura se sigue hablando de Borges, en la música los autores consagrados promedian los 50 años 34. Como ya vimos, el avance tecnológico abarató los costos de grabación y los puso al alcance de casi todos los músicos, lo que multiplicó la oferta musical. Del mismo modo, la dimensión global de la red hace posible el acceso a cualquier música desde cual­quier parte del mundo sin costo alguno. Esas dos novedades dan oportunidades inéditas de producción y distribución para cualquier músico.
Al mismo tiempo, la supresión del soporte, el aspecto esencialmente económico de la industria cultural, resta todo tipo de inversión, pero resta también todo tipo de ganancia. A diferencia de otros sectores de la industria cultural donde esta observación tiene mayores consecuencias, en el caso de la música hay otro universo asociado. Es el mundo de los recitales. Para los músicos la opción económica siempre fueron los recitales, desde antes de que la industria discográfica nos convenciera de otra cosa. Un músico español, Ignacio Escolar, reflexiona sobre la conveniencia de usar la web como difusión a fin de poder dar recitales frente al poco rédito económico de cobrar derechos por discos vendidos. “El ingreso de un músico que ha vendido 10.000 discos (…) asciende a... ¡77 dólares por mes!, cifra que surge de dividir el total de 2.800 dólares ganados por los tres años de esfuerzos en poner su LP en las tiendas.” Mientras que “por cada concierto que doy gano, dependiendo del aforo y la generosidad del promotor, entre 15.000 y 60.000 pesetas limpias.” 35
Pero en el caso argentino hay que tener en cuenta que la mayoría de los músicos locales son autogestionados. Esto se debe, en parte, a muchos de los fenómenos que hemos in­tentando explicar aquí: el star-system, la tercerización de la investigación y desarrollo, que conduce esencialmente un es­quema de maximización de beneficios. Y como en otras áreas de las industrias culturales, los músicos argentinos sin posibi­lidades de formar parte del star-system no tienen más opción que ser independientes. La UMI agrupa gran parte de la esce­na musical independiente (en lo referido al rock) y no protesta contra las discográficas porque ninguno de sus integrantes ha trabajado nunca con ninguna.
Para estos músicos la realidad de las discográficas nunca exis­tió como tal. Siempre estuvieron al margen del mercado y las nuevas condiciones que se imponen al mundo de la música a partir de la revolución digital presentan oportunidades únicas. Reducen los costos de producción y posibilitan una distribución de alcance global. La disputa es ahora por los espacios donde tocar y por las condiciones económicas y físicas para poder ha­cerlo, y el problema a enfrentar es despertar interés en los con­sumidores sin los medios masivos de comunicación, a los cuales las discográficas siguen teniendo un acceso privilegiado.
FUENTES•Palmeiro, Cesar: “La industria discográfica y la revolución Digital. Un enfoque Microeconómico sobre el impacto de las nuevas tecnologías informáticas y de comunicaciones•” Facultad de Ciencias Económicas. Universidad de Buenos Aires, 2004. Disponible en la Web: http://www. recursosculturales.com.ar/documentos/la_industria_discografica_y_la_ revolucion_digital_cesar_palmeiro.pdf•Palmeiro, Cesar; “La Industria Del Disco. Economía de las PyMEs de la Industria discográfica en la cuidad de Buenos Aires”. Investigaciones OIC, Secretaria de Cultura del Gob. Bs. As., 2005. Disponible en la Web: http://oic.mdebuenosaires.gov.ar/contenido/objetos/trabajodiscogra­ficas.pdf•Civano, Estela: “La industria Discográfica y la migración del valor” Fa­cultad de Ciencias económicas de la UBA, 2003. Disponible en la Web: http://www.udesa.edu.ar/files//img/Administracion/45.pdf•Arias Fernando (comp).:.“La Industria de la Musica en la Cuidad de Bue­nos Aires”, OIC. Ministerio de Desarrollo económico. Gob. Bs.As., 2011•Getino, Octavio.: “Las Industrias Culturales en la Argentina. Dimensión económica y políticas públicas” Ediciones Colihue. Bs. As., 1995•Eco, Umberto.: “Apocalípticos e integrados” Fabula Tusquest Editores, Buenos Aires, 2008.•Cohnheim, Nicolas; Geisinger, Damian; Pienika, Ernesto:“Impactos de las nuevas tecnologías en la industria musical” Facultad de Ciencias Eco­nomicas y de administración de la Universidad de la República. Monte­video, Uruguay, 2008. Disponible en la web: http://sic.conaculta.gob. mx/centrodoc_documentos/533.pdf

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