“ROMPER EL MOLDE...
Parecía que todo era normal, que así se sucedía todo.
Se junta la tela, se la corta y se desechan los sobrantes, los que ya no sirven.
Fue así siempre y es por eso que parece lógico.
Pareciera que los sobrantes sólo sirven para eso, mientras que quienes se encuentran insertos en los moldes de quien diseñó
y cortó son quienes están destinados a sobrevivir.
Allí encontramos al resto, a quienes no entraron en esos moldes de quienes diseñan y cortan; allí, en una bolsa en
medio de la vereda.
Allí están todos, uno arriba de otro, con las cicatrices abiertas todavía mientras que quienes se metieron o aceptaron estar
dentro de esos moldes están en pleno proceso de confección, en una cadena que funciona así desde hace mucho.
Cada una con la esperanza de ser parte de la nueva moda.
Pero no saben que todas forman parte de un mismo modelo, uno que excluye, explota e impone.
Allí encontramos a estos retazos, excluidos o exiliados, en la vereda.
Son quienes no entraron, ni aceptaron, ese molde en ese modelo.
Ahora ellos resisten, entienden que ese molde, de los que diseñan y cortan, los dejó allí.
Ya cansados de ver en la resignación la única salida, se comenzaron a organizar y así buscar una alternativa que los contenga a todos.
Romper el molde para terminar con este modelo.” (Ed. Retazos)
Parecía que todo era normal, que así se sucedía todo.
Se junta la tela, se la corta y se desechan los sobrantes, los que ya no sirven.
Fue así siempre y es por eso que parece lógico.
Pareciera que los sobrantes sólo sirven para eso, mientras que quienes se encuentran insertos en los moldes de quien diseñó
y cortó son quienes están destinados a sobrevivir.
Allí encontramos al resto, a quienes no entraron en esos moldes de quienes diseñan y cortan; allí, en una bolsa en
medio de la vereda.
Allí están todos, uno arriba de otro, con las cicatrices abiertas todavía mientras que quienes se metieron o aceptaron estar
dentro de esos moldes están en pleno proceso de confección, en una cadena que funciona así desde hace mucho.
Cada una con la esperanza de ser parte de la nueva moda.
Pero no saben que todas forman parte de un mismo modelo, uno que excluye, explota e impone.
Allí encontramos a estos retazos, excluidos o exiliados, en la vereda.
Son quienes no entraron, ni aceptaron, ese molde en ese modelo.
Ahora ellos resisten, entienden que ese molde, de los que diseñan y cortan, los dejó allí.
Ya cansados de ver en la resignación la única salida, se comenzaron a organizar y así buscar una alternativa que los contenga a todos.
Romper el molde para terminar con este modelo.” (Ed. Retazos)
Simbiosis Cultural, un colectivo abocado a
dar pelea desde diversos frentes a los paradigmas que atraviesan la cultura de
la colectividad Boliviana: el trabajo, la educación, la resignificacion de la
identidad en la distancia la del (in)migrante. Proponen romper el molde
Geraldine, Delia y Juan y nos cuentan el cómo y el por qué de esta historia.
J: Esto surgió
por una necesidad que teníamos de generar un ingreso de dinero para el grupo,
entonces se crea la editorial; se dio que veníamos trabajando con el armado de
la biblioteca boliviana y justo ahí se cruzó la idea de hacer libros con
retazos. Fue a partir de allí que nos fuimos encontrando nosotros mismos en
esas tapas, cuando íbamos a buscar los retazos a la calle Avellaneda. Si se
ponen a pensar los retazos son los que quedan afuera, los que no entraron en el
molde y eso es lo que veíamos, no nos pensábamos dentro de un molde. Es decir,
armando un taller con este sistema de trabajo. Así fue el proceso en el cual
nos fuimos encontrando, junto con las ganas de trabajar con la colectividad,
meternos adentro a través de la literatura, con la radio. Ir por el lado más
sano para nuestro corazón.
G: teníamos la necesidad de armar la
biblioteca, nuestra bibliotequita. La formamos con libros que traíamos de
Bolivia y algunos escritos que había aquí. También teníamos la necesidad de
que se hable de la problemática del taller, que se contaran cosas que estaban
pasando aquí. Por eso el primer libro que publicamos fue el impulso mayor, el
“No olvidamos” de Juan, donde se relata la mayor tragedia (Luis Viale); relata
cómo pasó el incendio. Luego fuimos complementando con otros textos que fuimos
encontrando aquí y allá, esas mezclas que se van encontrando en el camino,
cosas raras que para nosotros era importante que la editorial pudiera publicar.
Luego vino el libro de Silvia (Rivera Cucicanqui).
J: Ahí empezó a surgir, a armarse su propio
camino. El “No olvidamos” fue eso, el primer impulso, empezar a hacer nuestro
propio camino y fue un esfuerzo del conjunto, aunque haya sido yo quien se sentó
a escribir hasta que estuviera terminado. Es el recorrido de ese trabajo
conjunto, de hecho, el “No olvidamos” tiene una posición que se centra en el
relato, pero tiene muchas cosas muy de adentro, nuestras. De algún modo, esto
hace que para nosotros Luis Viale tenga un significado mucho mayor porque para
nosotros a partir de esto se produce un quiebre de lo que podría haber sido y
de lo que no; es un momento de crisis en el que pudo haberse planteado un
cambio. Se puso en quiebre el funcionamiento del modelo productivo de los
talleres y en lugar de comenzar a exigir mejoras en las condiciones y otras
cuestiones que entendíamos que hubiese estado bueno que se exijan, terminó
siendo capitalizado por los talleristas. Entonces queda eso, contar qué fue lo
que pasó y salir para otro lado. Lo presentamos el 30 de marzo (fecha de
conmemoración) en el taller de Luis Viale, donde cada año tratamos de hacer al
menos un homenaje. La idea no era solamente eso (con respecto a la finalidad de
la editorial) porque, de hecho, al librito en un taller es muy difícil que se
lo lea, se lo comparta. Es muy difícil que se hable del tema, por eso es que
decidimos abrir el tema, tomar otras cosas que nos interesaran. Fue entonces
cuando me regalan un librito acerca de la deuda externa y la forma que ésta
tiene para la dominación mundial y su autor nos los cedió para editar. Luego
vino el libro de Víctor Hugo Vizcarra, “Borracho estaba, pero me acuerdo”.
QUIEN QUIERE LEER QUE LEA: EL LIBRO, LO
ARTESANAL Y EL SENTIDO DE SER
G: Los primeros libros que hicimos fueron
íntegramente a mano, desde el esténcil para la estampa hasta el coser uno a uno
los retazos.
J: El trabajo aplicado nos sirve para exponer
el trasfondo cultural de la cuestión, los retazos son parte de una colección
de estación de una o varias marcas. Es decir, esto que no entró en el molde,
eso que alguien pagó en el mercado 20 veces más que su costo de producción, lo
que entró en molde está en algún ropero y el retazo, contando la historia
detrás de ese producto.
G: Nuestros libros pueden encontrarse
completos en cualquier vidriera. Cada retazo perteneció a una parte determinada
del modelo, cuello, manga, bolsillo, etc. Como el libro está dirigido
especialmente a la colectividad, el diseño que compone las tapas del libro
respeta el corte con el objetivo de que quien es un conocedor del tema (los
trabajadores) puedan reconocerlo.
J: Romper el
molde era tratar de generar una visión más aguerrida de la problemática.
G: Poco a poco irá trastocándose. Al
principio no pensábamos que podíamos vivir de esto, después se fue
fortaleciendo más y seguirá transformándose. Luego surgió lo de los talleres de
costura (llegar con los libros a los trabajadores).
J: Ahí hemos caído, porque de discusiones fue
saliendo la idea, luego elegir los títulos, luego se comenzaron a acomodar las
cosas. Luego de largas noches de tertulia comenzamos a pensar en el taller
(editorial). Fue allí que surgió la necesidad de modificar ese esquema de
trabajo, es por esto que lo primero que hicimos fue cambiar el layout, ya no
coincidíamos con la idea de que uno mira la espalda del otro y por ello
decidimos que la distribución fuera de mesa redonda. Ahí nos dimos cuenta de
que habíamos transformado el taller, lo habíamos bajado a nuestra percepción.
Esa posibilidad potenció el trabajo, le encontramos la vuelta, entonces se fue
fortaleciendo y se continuó buscando la forma y el resultado han sido estos
libros.
En lo particular, sueño con que los libros
sean leídos por los costureros en sus marineras luego del trabajo; imaginamos
llegar a los trabajadores.
G: Es complicado llegar -más de los
esperábamos- porque vamos reformulando la forma de llegar. Al principio ser
directos generaba espanto, entonces tratamos de buscarle la vuelta para que
sean reconocibles, más digeribles, más fáciles de analizar también. Pero es
complicado porque es tocar el tema del trabajo, de la forma de vida. Ahora es
sentarnos juntos y charlar, no decirles “trabajas mal, vives mal” sino es decirles
“¿Cómo cambiamos la situación?” Porque es la que vivimos nosotros igual.
Los libros tratan de calmar, incluso este,
Chuequistas (y overlokas), es un compendio de entrevistas que cuentan con las miradas
de todos para que sin querer termines analizando esas historias.
J: Por eso la editorial tuvo y tiene como
objetivo intervenir esos espacios (el de los trabajadores, de la colectividad).
Ahí el por qué del tamaño de los libros también, pensando en que aquel que está
cansado luego de largas horas de trabajo pueda leer. Es complejo porque al
salir del trabajo, de algo tan estructurado donde te marcan, es difícil
encontrarse.
DEL TALLER AL LECTOR
J: En principio habíamos pensado en
regalarlo, venderlo muy barato en la colectividad.
G: Luego en la bibliotequita, la biblioteca
itinerante, sacar los libros a la calle, en Parque Avellaneda, tipo “te lo
presto, lo lees y lo devuelves”. Si quieres te lo llevas, si quieres lo dejas.
Para que en esos momentos puedas leer, enterarte de que existen. Era crear así
una que otra cosa para poder llegar a eso.
D: Hubo muy poca respuesta, a gran parte no
le llegó, hay una gran resistencia a que entremos en los talleres. Habíamos visto,
mediante las lecturas itinerantes, que muy poca gente se anima a venir y estar
y tratar de leer un libro. Lo máximo que se logró fue que vengan un rato, pero
todavía cuesta. Por eso es que seguimos buscando llegar con la Editorial a la
gente. Otra de las ideas que surgió dentro del grupo a través de la llegada un
amigo mexicano… su experiencia nos llamó mucho la atención y eso hizo que, de
alguna manera, se esté trabajando en un libro de cocina boliviana y de alguna
manera hablar sobre la migración. Es un libro que están armando Geraldine y
Juan. Esperamos también que por ese lado se pueda entrar en los talleres y en
los costureros, que la gente se reconozca leyendo y hablando de los platos que
extrañan, aunque también se preparen acá. Quizá de alguna manera esto se
relacione con la migración, con el hecho de dejar tu tierra, pero no dejarla
completamente sino trayéndote algo de ahí, en este caso, la comida.
G: También ha habido dos instancias a las
cuales llegó a la colectividad. Una, la de la gente que ya está organizándose
en grupos de jóvenes, adultos, trabajadores. Les ha llegado el libro y lo
aceptan pero “hasta ahí”, prefieren no ir más allá y ver un poquito más, no
quieren discutir el tema. Hemos intentado hacer charlas pero no resultan.
Esto es más lindo, no hay tanto planificado,
como hacer un puchero, así no es difícil. Todos te dicen “bueno, sí, acepto el
libro” . Te dicen que está bueno decir esto, lo bueno de tu trabajo pero hablar
de la cuestión no, hasta ahí llega el compromiso. Hay algunos comunicadores de
la colectividad que han hablado con nosotros y nos dan su parecer, pero no
intervienen. Y los trabajadores van llegando de a poquito.
J: Nosotros, de hecho, en el programa de
radio (Por un tiempito nomás) tenemos un concurso donde el premio son los
libros. Se los llevan, los leen pero después los guardan, no lo prestan ni lo
comentan, calculamos que por la incomodidad que implica de hablar.
G: Hay una generación joven de hijos de gente
que vive acá ya hace algunos años, que comparten otros espacios colegio,
universidad y que ven los libros y se sorprenden de ver que esto es parte de la
colectividad y que gente de la colectividad haya llegado a otros lugares.
LA DISTRIBUCIÓN Y EL IMPACTO DEL TRABAJO
J: El lugar donde más logró moverse, dentro
de la colectividad, fue en el acto homenaje del 30 de marzo. Es muy difícil
tener respuesta.
G: Tratamos de ver todas las maneras posibles
de que se tenga el libro, porque la gente piensa “apenas tengo lugar para
guardar mi ropa, ¿Cómo voy a guardar un libro?” Por eso hicimos la biblioteca
itinerante y también en el programa de radio se leen fragmentos de los libros
porque si no te lo puedes llevar impreso te puede, al menos, entrar como audio.
D: Para nosotros también -considerando el tiempo
adentro del taller- era difícil pensar en un libro muy largo, más bien pensamos
en libros cortos. En el caso de “Borracho estaba pero me acuerdo”, el libro era
muy largo y hubo que editarlo en tomos, pero mucha gente se identificaba con
él.
J: Es una lectura muy sencilla, abierta y
emotiva, habla de lo jodida e hija de puta que es la patria.
El autor cuenta su historia, cómo vive en la
calle y se vuelve alcohólico para sobrevivir y a partir de allí las
complejidades de una ciudad como La Paz, y está escrito en términos que por su
familiaridad con el lenguaje cotidiano lo hace atractivo a todos. Son cosas que
a los que somos de allá nos toca y sus códigos hacen la lectura más amena.
LA EDITORIAL, LA CULTURA Y LA LENGUA
ORIGINARIA
G: Es complicado editar un libro en quechua o
aymará porque no toda la gente de la colectividad lo habla, más bien la gentemayor
o la que viene del campo son los que tratan de preservarlo, pero lo hablan muy
poco.
J: La escritura es muy complicada porque hay
varias formas de hacerlo, además es complejo traducirlo.
D: A mucha gente que habla quechua o aymará
les sucede que, de repente, saben hablarlo pero no saben leer ni escribir y a
duras penas están aprendiendo a escribir el castellano. A nosotros nos pasa que
entendemos algo, sabemos hablarlo pero no escribirlo. Por eso es que no lo
habíamos visto mucho como posibilidad.
J: A nosotros nos pasa que somos bastante
jodidos, nos pasa de ir a varios lados y nos sucede que en seguida suponen que
somos todos edipas, que hablamos el quechua o el aymará, que bailamos y tocamos
sikus. Entonces, a partir de esto se cuestionan aspectos de la identidad y
venimos con una discusión, en este sentido, muy fuerte.
G: Somos la generación que no encaja bien en
ningún lado. Que no está identificada con estereotipos.
J: A muchos chicos les sucede que al haber
nacido o sido criados acá… suceden muchas cosas en el medio, se da un alejamiento
de lo que es la colectividad. Luego hay rupturas que se dan y surgen
planteamientos acerca de la identidad y cosas que no cierran, es donde uno
termina encontrando refugio en la bolivianidad. Me pasó a los 24 años que
decidí ir a Bolivia y volví con el corazón rojo, amarillo y verde, pero luego
eso no me llenaba y me di cuenta de que todo era parte de un proceso. Entonces,
no era ni pintarse de rojo, amarillo y verde, ni negar una cuestión que es mía
(con relación a la identidad como boliviano), sino que es la mezcla de ambas
cosas y ambas cosas atravesadas por una ideología, por las cosas que tuve que
pasar yo, como el tema laboral y situaciones familiares. Sentía que todo esto
me hacía diferente, que no me permitía encasillarme y con otros chicos nos
identificábamos porque -no de la misma manera pero sí- atravesábamos el mismo
proceso. Esto nos atravesó y fue atravesado por nuestras diversas miradas, es
allí que nos encontramos con la simbiosis, la simbiosis cultural.
Simbiosis cultural. No sólo la literatura o
la danza, u otras artes, sino cultura como una forma de vivir, cultura de un
modo social, lo que sucede cuando las cosas se mezclan, se transforman y
generan. Un proceso similar está transitando Bolivia, está sucediendo algo
parecido. No es lo originario por sí solo lo que genera una revuelta, sino que
son otros cuestionamientos, son varias cosas que se pronuncian desde lo
político, lo social y lo cultural. El Evo [Morales], en ese sentido, ha sido un
hombre que logró cohesionar varias fuerzas de sectores, pero ahora las cosas no
están muy bien porque han caído en cierto personalismo. En este sentido acá eso
no tuvo réplicas porque acá están las clases acomodadas, los verduleros, los
quinteros, las cooperativas de pescadores en el sur. Desde nuestro lugar
planteamos nuestra disconformidad ante la situación local en relación a lo que
sucedía en Bolivia y esto acá no ha caído muy bien. Por eso “Cheje” nos
representa bastante, porque es el primer libro que viene a presentar Silvia
(Rivera Cucicanqui), donde se habla de los procesos de descolonización y habla
ahí Cheje (es una piedra que tiene granitos blancos y negros que de lejos hacen
que se vea como un todo gris). Plantea que somos una identidad surgida al calor
de otras identidades, que no hay nada parejo ni heredado. Siempre discutimos
con quienes vienen con el discurso de que hay que recuperar el ayllu y peleamos
porque mi identidad no es la que heredo, sino la que construyo.
D: El no haber podido sacar un libro en
quechua o aymará es un tema de discusión dentro del grupo porque como en mi
caso, que soy aymará -mis papas lo son, mis abuelos lo son-, yo lo heredé pero
por cuestiones de discriminación no he podido aprenderlo, porque la
discriminación no sólo se da acá, sino también en Bolivia y esto fue algo que
me marcó mucho. El no poder entender a mi familia en su lengua original… porque
mi papá no quería que yo aprendiera para que no tenga que sufrir el ser
discriminada por ello. Pero él no se daba cuenta de que a nosotros eso nos iba
a costar mucho, el no saber qué te están diciendo, no saber de qué manera
comunicarte con ellos. Esto a mí y a muchos… acá nos duele mucho porque
nosotros vemos y sabemos que los principales casos de explotación que se dan
suceden con gente de los pueblos, gente que sólo habla en quechua o aymará o
una lengua originaria. Se nos dificulta mucho la comunicación con esa gente y
quienes más llegan a necesitar, no sé si la información, pero mínimamente el
compartir hablar con alguien que comparta tus códigos y, por nuestra parte,
ayudarlos a transformar su situación. Si bien nos hemos planteado el cómo
llegar, aún no lo hemos cerrado, más allá de los libros o la radio. En lo particular,
esto lo entiendo como lo más conflictivo, la impotencia que da el no poder
resolverlo.
G: Situaciones como estas nos hacen
replantearnos siempre muchas cosas, nos hacen pensar cómo seguir intentando, seguir
haciendo, construyendo.
Los libros hoy se pueden conseguir por pedido
en Centro Cultural la Casona de Flores. Poder venderlos de esta manera nos
permite contar la historia detrás de ellos. También sucede que nos invitan a
participar en eventos en otros centros culturales y ferias, como el caso del de
España en Buenos Aires, donde hicimos para ellos un libro que se llama
“Sobrevivencias Paceñas”, que se sacó en Bolivia. Son historias de niños
contadas por niños que trabajan en la calle. La llegada del libro causó un gran
impacto, pero lo primero que veían allí en el centro era que era bonito y
ecológico, entonces nosotros en la charla nos encargamos de contar el verdadero
valor del libro, el medio que es y el fin que soporta.
En la colectividad la gente miraba con
sorpresa los libros y nos decían que “esto está hecho con lo tirado ahí en la
esquina y habla de Bolivia”, pero es muy complejo entrar.
Los aspectos
de producción, administración y comercialización son los que más complejizan
la actividad. Sin embargo, entienden que en la praxis se irá consolidando esto.
Las dificultades mayores aún están en la aceptación e ingreso a la
colectividad -si bien Retazos trabaja por ésta-, romper el molde y sobrevivir
para contarlo y transformar al conjunto; objetivo planteado como idea fuerza
por Simbiosis, implica repensarse con la misma dinámica de la realidad como modelo
de construcción, mientras la colectividad se afianza, mientras en el todo se
forja la nueva identidad y se batalla el nuevo paradigma.
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