viernes, 14 de junio de 2013

EDITORIAL RETAZOS


“ROMPER EL MOLDE...
Parecía que todo era normal, que así se sucedía todo.
Se junta la tela, se la corta y se desechan los sobrantes, los que ya no sirven.
Fue así siempre y es por eso que parece lógico.
Pareciera que los sobrantes sólo sirven para eso, mientras que quienes se encuentran insertos en los moldes de quien diseñó
y cortó son quienes están destinados a sobrevivir.
Allí encontramos al resto, a quienes no entraron en esos moldes de quienes diseñan y cortan; allí, en una bolsa en
medio de la vereda.
Allí están todos, uno arriba de otro, con las cicatrices abiertas todavía mientras que quienes se metieron o aceptaron estar
dentro de esos moldes están en pleno proceso de confección, en una cadena que funciona así desde hace mucho.
Cada una con la esperanza de ser parte de la nueva moda.
Pero no saben que todas forman parte de un mismo modelo, uno que excluye, explota e impone.
Allí encontramos a estos retazos, excluidos o exiliados, en la vereda.
Son quienes no entraron, ni aceptaron, ese molde en ese modelo.
Ahora ellos resisten, entienden que ese molde, de los que diseñan y cortan, los dejó allí.
Ya cansados de ver en la resignación la única salida, se comenzaron a organizar y así buscar una alternativa que los contenga a todos.
Romper el molde para terminar con este modelo.” (Ed. Retazos)



Simbiosis Cultural, un colectivo abocado a dar pelea desde diversos frentes a los paradigmas que atraviesan la cultura de la colectividad Boliviana: el trabajo, la educación, la re­significacion de la identidad en la distancia la del (in)migran­te. Proponen romper el molde Geraldine, Delia y Juan y nos cuentan el cómo y el por qué de esta historia.

J: Esto surgió por una necesidad que teníamos de generar un ingreso de dinero para el grupo, entonces se crea la editorial; se dio que veníamos trabajando con el armado de la biblio­teca boliviana y justo ahí se cruzó la idea de hacer libros con retazos. Fue a partir de allí que nos fuimos encontrando noso­tros mismos en esas tapas, cuando íbamos a buscar los retazos a la calle Avellaneda. Si se ponen a pensar los retazos son los que quedan afuera, los que no entraron en el molde y eso es lo que veíamos, no nos pensábamos dentro de un molde. Es decir, armando un taller con este sistema de trabajo. Así fue el proceso en el cual nos fuimos encontrando, junto con las ganas de trabajar con la colectividad, meternos adentro a través de la literatura, con la radio. Ir por el lado más sano para nuestro corazón.
G: teníamos la necesidad de armar la biblioteca, nuestra bi­bliotequita. La formamos con libros que traíamos de Bolivia y algunos escritos que había aquí. También teníamos la ne­cesidad de que se hable de la problemática del taller, que se contaran cosas que estaban pasando aquí. Por eso el primer libro que publicamos fue el impulso mayor, el “No olvidamos” de Juan, donde se relata la mayor tragedia (Luis Viale); rela­ta cómo pasó el incendio. Luego fuimos complementando con otros textos que fuimos encontrando aquí y allá, esas mezclas que se van encontrando en el camino, cosas raras que para nosotros era importante que la editorial pudiera publicar. Luego vino el libro de Silvia (Rivera Cucicanqui).
J: Ahí empezó a surgir, a armarse su propio camino. El “No olvidamos” fue eso, el primer impulso, empezar a hacer nues­tro propio camino y fue un esfuerzo del conjunto, aunque haya sido yo quien se sentó a escribir hasta que estuviera terminado. Es el recorrido de ese trabajo conjunto, de he­cho, el “No olvidamos” tiene una posición que se centra en el relato, pero tiene muchas cosas muy de adentro, nuestras. De algún modo, esto hace que para nosotros Luis Viale tenga un significado mucho mayor porque para nosotros a partir de esto se produce un quiebre de lo que podría haber sido y de lo que no; es un momento de crisis en el que pudo haberse planteado un cambio. Se puso en quiebre el funcionamiento del modelo productivo de los talleres y en lugar de comenzar a exigir mejoras en las condiciones y otras cuestiones que en­tendíamos que hubiese estado bueno que se exijan, terminó siendo capitalizado por los talleristas. Entonces queda eso, contar qué fue lo que pasó y salir para otro lado. Lo presen­tamos el 30 de marzo (fecha de conmemoración) en el taller de Luis Viale, donde cada año tratamos de hacer al menos un homenaje. La idea no era solamente eso (con respecto a la finalidad de la editorial) porque, de hecho, al librito en un taller es muy difícil que se lo lea, se lo comparta. Es muy difícil que se hable del tema, por eso es que decidimos abrir el tema, tomar otras cosas que nos interesaran. Fue entonces cuando me regalan un librito acerca de la deuda externa y la forma que ésta tiene para la dominación mundial y su autor nos los cedió para editar. Luego vino el libro de Víctor Hugo Vizcarra, “Borracho estaba, pero me acuerdo”.

QUIEN QUIERE LEER QUE LEA: EL LIBRO, LO ARTESANAL Y EL SENTIDO DE SER

G: Los primeros libros que hicimos fueron íntegramente a mano, desde el esténcil para la estampa hasta el coser uno a uno los retazos.
J: El trabajo aplicado nos sirve para exponer el trasfondo cul­tural de la cuestión, los retazos son parte de una colección de estación de una o varias marcas. Es decir, esto que no entró en el molde, eso que alguien pagó en el mercado 20 veces más que su costo de producción, lo que entró en molde está en algún ropero y el retazo, contando la historia detrás de ese producto.
G: Nuestros libros pueden encontrarse completos en cual­quier vidriera. Cada retazo perteneció a una parte determi­nada del modelo, cuello, manga, bolsillo, etc. Como el libro está dirigido especialmente a la colectividad, el diseño que compone las tapas del libro respeta el corte con el objetivo de que quien es un conocedor del tema (los trabajadores) puedan reconocerlo.
J: Romper el molde era tratar de generar una visión más aguerrida de la problemática.
G: Poco a poco irá trastocándose. Al principio no pensábamos que podíamos vivir de esto, después se fue fortaleciendo más y seguirá transformándose. Luego surgió lo de los talleres de costura (llegar con los libros a los trabajadores).
J: Ahí hemos caído, porque de discusiones fue saliendo la idea, luego elegir los títulos, luego se comenzaron a acomo­dar las cosas. Luego de largas noches de tertulia comenzamos a pensar en el taller (editorial). Fue allí que surgió la nece­sidad de modificar ese esquema de trabajo, es por esto que lo primero que hicimos fue cambiar el layout, ya no coinci­díamos con la idea de que uno mira la espalda del otro y por ello decidimos que la distribución fuera de mesa redonda. Ahí nos dimos cuenta de que habíamos transformado el taller, lo habíamos bajado a nuestra percepción. Esa posibilidad po­tenció el trabajo, le encontramos la vuelta, entonces se fue fortaleciendo y se continuó buscando la forma y el resultado han sido estos libros.
En lo particular, sueño con que los libros sean leídos por los costureros en sus marineras luego del trabajo; imaginamos llegar a los trabajadores.
G: Es complicado llegar -más de los esperábamos- porque va­mos reformulando la forma de llegar. Al principio ser directos generaba espanto, entonces tratamos de buscarle la vuelta para que sean reconocibles, más digeribles, más fáciles de analizar también. Pero es complicado porque es tocar el tema del trabajo, de la forma de vida. Ahora es sentarnos juntos y charlar, no decirles “trabajas mal, vives mal” sino es decirles “¿Cómo cambiamos la situación?” Porque es la que vivimos nosotros igual.
Los libros tratan de calmar, incluso este, Chuequistas (y over­lokas), es un compendio de entrevistas que cuentan con las miradas de todos para que sin querer termines analizando esas historias.
J: Por eso la editorial tuvo y tiene como objetivo intervenir esos espacios (el de los trabajadores, de la colectividad). Ahí el por qué del tamaño de los libros también, pensando en que aquel que está cansado luego de largas horas de trabajo pue­da leer. Es complejo porque al salir del trabajo, de algo tan estructurado donde te marcan, es difícil encontrarse.

DEL TALLER AL LECTOR

J: En principio habíamos pensado en regalarlo, venderlo muy barato en la colectividad.
G: Luego en la bibliotequita, la biblioteca itinerante, sacar los libros a la calle, en Parque Avellaneda, tipo “te lo presto, lo lees y lo devuelves”. Si quieres te lo llevas, si quieres lo dejas. Para que en esos momentos puedas leer, enterarte de que existen. Era crear así una que otra cosa para poder llegar a eso.
D: Hubo muy poca respuesta, a gran parte no le llegó, hay una gran resistencia a que entremos en los talleres. Habíamos visto, mediante las lecturas itinerantes, que muy poca gente se anima a venir y estar y tratar de leer un libro. Lo máximo que se logró fue que vengan un rato, pero todavía cuesta. Por eso es que seguimos buscando llegar con la Editorial a la gente. Otra de las ideas que surgió dentro del grupo a través de la llegada un amigo mexicano… su experiencia nos llamó mucho la atención y eso hizo que, de alguna manera, se esté trabajando en un libro de cocina boliviana y de alguna mane­ra hablar sobre la migración. Es un libro que están armando Geraldine y Juan. Esperamos también que por ese lado se pueda entrar en los talleres y en los costureros, que la gente se reconozca leyendo y hablando de los platos que extrañan, aunque también se preparen acá. Quizá de alguna manera esto se relacione con la migración, con el hecho de dejar tu tierra, pero no dejarla completamente sino trayéndote algo de ahí, en este caso, la comida.
G: También ha habido dos instancias a las cuales llegó a la colectividad. Una, la de la gente que ya está organizándose en grupos de jóvenes, adultos, trabajadores. Les ha llegado el libro y lo aceptan pero “hasta ahí”, prefieren no ir más allá y ver un poquito más, no quieren discutir el tema. Hemos intentado hacer charlas pero no resultan.
Esto es más lindo, no hay tanto planificado, como hacer un puchero, así no es difícil. Todos te dicen “bueno, sí, acepto el libro” . Te dicen que está bueno decir esto, lo bueno de tu trabajo pero hablar de la cuestión no, hasta ahí llega el compromiso. Hay algunos comunicadores de la colectividad que han hablado con nosotros y nos dan su parecer, pero no intervienen. Y los trabajadores van llegando de a poquito.
J: Nosotros, de hecho, en el programa de radio (Por un tiem­pito nomás) tenemos un concurso donde el premio son los libros. Se los llevan, los leen pero después los guardan, no lo prestan ni lo comentan, calculamos que por la incomodidad que implica de hablar.
G: Hay una generación joven de hijos de gente que vive acá ya hace algunos años, que comparten otros espacios colegio, universidad y que ven los libros y se sorprenden de ver que esto es parte de la colectividad y que gente de la colectividad haya llegado a otros lugares.

LA DISTRIBUCIÓN Y EL IMPACTO DEL TRABAJO

J: El lugar donde más logró moverse, dentro de la colectivi­dad, fue en el acto homenaje del 30 de marzo. Es muy difícil tener respuesta.
G: Tratamos de ver todas las maneras posibles de que se ten­ga el libro, porque la gente piensa “apenas tengo lugar para guardar mi ropa, ¿Cómo voy a guardar un libro?” Por eso hici­mos la biblioteca itinerante y también en el programa de ra­dio se leen fragmentos de los libros porque si no te lo puedes llevar impreso te puede, al menos, entrar como audio.
D: Para nosotros también -considerando el tiempo adentro del taller- era difícil pensar en un libro muy largo, más bien pensamos en libros cortos. En el caso de “Borracho estaba pero me acuerdo”, el libro era muy largo y hubo que editarlo en tomos, pero mucha gente se identificaba con él.
J: Es una lectura muy sencilla, abierta y emotiva, habla de lo jodida e hija de puta que es la patria.
El autor cuenta su historia, cómo vive en la calle y se vuelve alcohólico para sobrevivir y a partir de allí las complejidades de una ciudad como La Paz, y está escrito en términos que por su familiaridad con el lenguaje cotidiano lo hace atractivo a todos. Son cosas que a los que somos de allá nos toca y sus códigos hacen la lectura más amena.

LA EDITORIAL, LA CULTURA Y LA LENGUA ORIGINARIA

G: Es complicado editar un libro en quechua o aymará porque no toda la gente de la colectividad lo habla, más bien la gentemayor o la que viene del campo son los que tratan de preser­varlo, pero lo hablan muy poco.
J: La escritura es muy complicada porque hay varias formas de hacerlo, además es complejo traducirlo.
D: A mucha gente que habla quechua o aymará les sucede que, de repente, saben hablarlo pero no saben leer ni escribir y a duras penas están aprendiendo a escribir el castellano. A nosotros nos pasa que entendemos algo, sabemos hablarlo pero no escribirlo. Por eso es que no lo habíamos visto mucho como posibilidad.
J: A nosotros nos pasa que somos bastante jodidos, nos pasa de ir a varios lados y nos sucede que en seguida suponen que somos todos edipas, que hablamos el quechua o el aymará, que bailamos y tocamos sikus. Entonces, a partir de esto se cuestionan aspectos de la identidad y venimos con una discu­sión, en este sentido, muy fuerte.
G: Somos la generación que no encaja bien en ningún lado. Que no está identificada con estereotipos.
J: A muchos chicos les sucede que al haber nacido o sido cria­dos acá… suceden muchas cosas en el medio, se da un ale­jamiento de lo que es la colectividad. Luego hay rupturas que se dan y surgen planteamientos acerca de la identidad y cosas que no cierran, es donde uno termina encontrando refugio en la bolivianidad. Me pasó a los 24 años que decidí ir a Bolivia y volví con el corazón rojo, amarillo y verde, pero luego eso no me llenaba y me di cuenta de que todo era parte de un proceso. Entonces, no era ni pintarse de rojo, amarillo y verde, ni negar una cuestión que es mía (con relación a la identidad como boliviano), sino que es la mezcla de ambas cosas y ambas cosas atravesadas por una ideología, por las co­sas que tuve que pasar yo, como el tema laboral y situaciones familiares. Sentía que todo esto me hacía diferente, que no me permitía encasillarme y con otros chicos nos identificá­bamos porque -no de la misma manera pero sí- atravesába­mos el mismo proceso. Esto nos atravesó y fue atravesado por nuestras diversas miradas, es allí que nos encontramos con la simbiosis, la simbiosis cultural.
Simbiosis cultural. No sólo la literatura o la danza, u otras ar­tes, sino cultura como una forma de vivir, cultura de un modo social, lo que sucede cuando las cosas se mezclan, se transfor­man y generan. Un proceso similar está transitando Bolivia, está sucediendo algo parecido. No es lo originario por sí solo lo que genera una revuelta, sino que son otros cuestionamien­tos, son varias cosas que se pronuncian desde lo político, lo social y lo cultural. El Evo [Morales], en ese sentido, ha sido un hombre que logró cohesionar varias fuerzas de sectores, pero ahora las cosas no están muy bien porque han caído en cierto personalismo. En este sentido acá eso no tuvo réplicas porque acá están las clases acomodadas, los verduleros, los quinteros, las cooperativas de pescadores en el sur. Desde nuestro lugar planteamos nuestra disconformidad ante la si­tuación local en relación a lo que sucedía en Bolivia y esto acá no ha caído muy bien. Por eso “Cheje” nos representa bastante, porque es el primer libro que viene a presentar Silvia (Rivera Cucicanqui), donde se habla de los procesos de descolonización y habla ahí Cheje (es una piedra que tiene granitos blancos y negros que de lejos hacen que se vea como un todo gris). Plantea que somos una identidad surgida al ca­lor de otras identidades, que no hay nada parejo ni heredado. Siempre discutimos con quienes vienen con el discurso de que hay que recuperar el ayllu y peleamos porque mi identidad no es la que heredo, sino la que construyo.
D: El no haber podido sacar un libro en quechua o aymará es un tema de discusión dentro del grupo porque como en mi caso, que soy aymará -mis papas lo son, mis abuelos lo son-, yo lo heredé pero por cuestiones de discriminación no he po­dido aprenderlo, porque la discriminación no sólo se da acá, sino también en Bolivia y esto fue algo que me marcó mucho. El no poder entender a mi familia en su lengua original… por­que mi papá no quería que yo aprendiera para que no tenga que sufrir el ser discriminada por ello. Pero él no se daba cuenta de que a nosotros eso nos iba a costar mucho, el no saber qué te están diciendo, no saber de qué manera comuni­carte con ellos. Esto a mí y a muchos… acá nos duele mucho porque nosotros vemos y sabemos que los principales casos de explotación que se dan suceden con gente de los pueblos, gente que sólo habla en quechua o aymará o una lengua origi­naria. Se nos dificulta mucho la comunicación con esa gente y quienes más llegan a necesitar, no sé si la información, pero mínimamente el compartir hablar con alguien que comparta tus códigos y, por nuestra parte, ayudarlos a transformar su situación. Si bien nos hemos planteado el cómo llegar, aún no lo hemos cerrado, más allá de los libros o la radio. En lo parti­cular, esto lo entiendo como lo más conflictivo, la impotencia que da el no poder resolverlo.
G: Situaciones como estas nos hacen replantearnos siempre muchas cosas, nos hacen pensar cómo seguir intentando, se­guir haciendo, construyendo.
Los libros hoy se pueden conseguir por pedido en Centro Cul­tural la Casona de Flores. Poder venderlos de esta manera nos permite contar la historia detrás de ellos. También sucede que nos invitan a participar en eventos en otros centros culturales y ferias, como el caso del de España en Buenos Aires, donde hicimos para ellos un libro que se llama “Sobreviven­cias Paceñas”, que se sacó en Bolivia. Son historias de niños contadas por niños que trabajan en la calle. La llegada del libro causó un gran impacto, pero lo primero que veían allí en el centro era que era bonito y ecológico, entonces nosotros en la charla nos encargamos de contar el verdadero valor del libro, el medio que es y el fin que soporta.
En la colectividad la gente miraba con sorpresa los libros y nos decían que “esto está hecho con lo tirado ahí en la esqui­na y habla de Bolivia”, pero es muy complejo entrar.
Los aspectos de producción, administración y comercializa­ción son los que más complejizan la actividad. Sin embargo, entienden que en la praxis se irá consolidando esto. Las di­ficultades mayores aún están en la aceptación e ingreso a la colectividad -si bien Retazos trabaja por ésta-, romper el molde y sobrevivir para contarlo y transformar al conjunto; objetivo planteado como idea fuerza por Simbiosis, implica repensarse con la misma dinámica de la realidad como mo­delo de construcción, mientras la colectividad se afianza, mientras en el todo se forja la nueva identidad y se batalla el nuevo paradigma.





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