lunes, 25 de febrero de 2013

“SIN SOBERANÍA ALIMENTARIA NO HABRÁ PAZ NI SEGURIDAD MUNDIAL”

por Emilia Erbetta

Juan Silva es sociólogo, Magíster en Ecología Política por la Universidad Federal de Santa Catarina (Brasil) y titular de la cátedra De la Globalización a la Economía Solidaria, de la carrera Relaciones del Trabajo de la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA. También forma parte de la cooperativa Colectivo Solidario, donde no tiene miedo de dejar por un rato la actividad académica y manejar la camioneta con la que semanalmente esta cooperativa entrega pedidos a domicilio.
 
¿Cómo se define desde la ecología política el concepto de Soberanía Alimentaria?
La Ecología Política estudia los conflictos que generan las disputas por los recursos naturales. El tema de la Soberanía Alimentaria (SA) se encuadra dentro de esa premisa. Es decir, la SA es la forma de llamar a uno más de los conflictos por el acceso y la distribución de los Recursos Naturales, en este caso los alimentos. O sea, es un conflicto ecológico. Existen en el mundo alimentos, según la propia FAO (Organización de Alimentos y Agricultura de las Naciones Unidas, por sus iniciales
en inglés), para alimentar al doble de la población mundial, el problema es el  acceso a estos alimentos.
Fíjense cómo se da la disputa por los términos y verán allí ideas encontradas. Soberanía Alimentaria no es un término aceptado por los organismos internacionales y no solo pasa en esos niveles.
Muchos documentos nacionales definen el tema como seguridad alimentaria, porque la soberanía va en contra del concepto de libre comercio.
La producción a nivel local bien podría ser la solución para que los que pasan hambre tengan alimentos, pero allí también se enfrentan con intereses poderosos, desde multinacionales hasta oligarquías locales. Así, al empeorar la distribución ecológica, es decir, las desigualdades sociales, espaciales y temporales en el uso de los recursos y los servicios de la naturaleza, sin que ese empeoramiento sea compensado por una mayor igualdad en la distribución económica, surgen las protestas que algunos autores denominan ecologismo popular. Deberíamos analizar algunas experiencias y podríamos decir que en la base de la violencia internacional está el hambre y la pobreza. Por lo tanto, sin Soberanía Alimentaria no habrá nunca seguridad mundial ni paz.

¿Cómo podemos relacionar la Soberanía Alimentaria, el comercio justo y el consumo solidario?
Los alimentos están en el mercado pero no llegan a la boca ni a la mesa de los que tienen hambre. 
Por lo tanto, podemos pensar, desde las ciencias económicas regidas por los principios económicos dominantes de la mano invisible, que rige la oferta y la demanda en los mercados, que si esta demanda no es solvente, no se puede satisfacer. Es decir, para el modo capitalista de concebir la economía, no hay solución para los millones de personas que pasan hambre porque no son negocio.
Cambiando la perspectiva y considerando que el modo capitalista de entender la economía no es el único, podemos pensar que satisfacer las necesidades crea un modelo diferente de organización de la economía y las sociedades. El Comercio Justo es una de las herramientas que sirven, entre otras cosas, para demostrar que pagando precios justos, preservando el ambiente y respetando principios de justicia social, puede funcionar hasta el comercio internacional y no solo pequeñas
comunidades alejadas de los centros urbanos.

¿Es posible la articulación entre las organizaciones sociales urbanas y las organizaciones campesinas que tienen a la Soberanía Alimentaria como horizonte?
Absolutamente, sí. Más aun, se necesitan mutuamente. Considerando a las ciudades como consumidoras y excretoras de energía y materiales, podríamos pensar que, si se suspendieran los ingresos de alimentos para el aprovisionamiento de las ciudades (alimentos, materias primas, energía,
agua), como así también se suspendiera la recepción de sus residuos, éstas colapsarían inmediatamente.
Por lo tanto, para que las ciuda des sean viables, deben tener un entorno capaz de proveerlas de esos elementos imprescindibles para la vida humana y que ellas no producen. Con esto quiero decir que el tema de Soberanía Alimentaria no es exclusivo, o que compete a los productores campesinos solamente, sino a todos.
De allí que, juntamente con los productores y los consumidores (aunque en realidad deberemos
pensarnos en nuestra condición de prosumidores, es decir, productores y consumidores a la vez), el
tema de Soberanía Alimentaria es de todos. Diría más, es de la humanidad. En esto se pone en juego
la posibilidad de continuar manteniendo una diversidad que es garantía de la supervivencia de
la especie. Y si no, veamos las siguientes cifras:

Según datos de la FAO, desde el comienzo de la agricultura se manejaban cerca de 10.000 especies
vegetales en la obtención de alimentos y forrajes. En la actualidad, son 150 los cultivos que alimentan a la mayor cantidad de población mundial.“Solo 12 cultivos proporcionan el 80% de la energía que consumimos, siendo el trigo, el arroz, el maíz y la papa los responsables del 60% de ese total”. (CIRGAA– FAO, 2004).

De mantenerse esta tendencia dependeremos de los bancos genéticos, de los germoplasmas que estarán en manos privadas, en corporaciones más interesadas en aumentar sus beneficios que en satisfacer demandas de los necesitados. Los campesinos y las comunidades originarias deberán comprar las semillas para producir alimentos o pagar regalías, cuando hasta este momento la mayor parte de la humanidad que produce sus propios alimentos accede a las semillas en forma gratuita, o sea, el productor guarda parte de producción como semilla para la próxima temporada y no paga nada por ello.

Tenemos que estar muy atentos a la ley de semillas que se viene discutiendo y analizar con cuidado el concepto que le atribuyen a éstas, es decir, si se las considera como una mercancía más y por lo tanto pasible de ser privatizada, con lo cual bastos sectores deberán comenzar a pagar regalías por su uso.

En cuanto este tema hay mucho para debatir, pues la producción industrializada de los alimentos, con todo lo que ello implica en cuanto a la salud, la diversidad, los derechos, etc., ya ha demostrado sus efectos perversos, lo que conlleva a costos sociales elevados para tratar sus efectos o externalidades negativas. Por otra parte, los productos orgánicos siempre se nos presentan como más caros, pero habrá que ver qué es lo menos sustentable y desplazar la simple suma y resta para tomar decisiones que hacen a la vida.

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