miércoles, 26 de diciembre de 2012

LA PEQUEÑA AGRICULTURA FAMILIAR: POLÍTICAS HACIA UN MODELO DE DESARROLLO SOSTENIBLE

Por Florencia Miliukas

La Pequeña Agricultura Familiar es una de las propuestas que se considera como alternativa al modo de producción dominante. Por este moti­vo, organismos gubernamentales, como el Centro de Investigación y Desarrollo Tecnológico para la Agricultura Campesina (CIPAF), cumplen un rol fundamental al llevar adelante políticas para fa­vorecer el intercambio entre los consumidores y los pequeños productores en nuestro país. 


La Soberanía alimentaria consiste en el derecho que tienen los pueblos de controlar el sistema agroalimentario y sus factores de producción, teniendo en cuenta el desarrollo sostenible y la seguridad alimentaria, que tiene como finalidad garantizar el acceso a la alimentación.
Esta alternativa, que surge como contrapartida de las propuestas de las políticas neoliberales, ha producido grandes debates a nivel internacional ya que plantea un nuevo marco que no solo priorizaría la producción local, sino que además generaría una protección contra las importaciones y una ayuda a los campesinos mediante políticas públicas.
 
 
En Argentina, el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA), organismo dependiente del Ministerio de Desarrollo Social de la Nación, es uno de los protagonistas fundamentales en la im­plementación de las políticas necesarias para que los pequeños productores y campesinos sean capa­ces de producir sus propias cosechas.
 

En este sentido, desde 2005, el CIPAF se encuentra desarrollando diferentes proyectos para llevar adelante de manera satisfactoria nuevos abordajes
en relación con la investigación, el desarrollo y la gestión de tecnología para los sectores rurales más postergados.
 
La estrategia de este organismo consiste en con­formar redes de investigación y desarrollo tecno­lógico; capacitar y formar permanentemente en estas nuevas tecnologías; diseñar una estrategia de comunicación y difusión apropiadas y facilitar la articulación entre los actores políticos nacionales,
provinciales y municipales. 

La producción para el autoconsumo de los campesi­nos es fundamental para que la dinámica funcione, pero la demanda de los consumidores es una varia­ble de gran importancia para establecer el desa­rrollo de estos pequeños productores.
Según Damián Alcoba y Sergio Dumraufn, las ferias regionales son una de las opciones que tienen los agricultores familiares para poder acercarse a los consumidores. Las mismas continúan consolidán­dose en diversas regiones del país, con lo cual “se pone de manifiesto la relevancia de las ferias de la Agricultura Familiar como canales alternativos no asimétricos destinados al consumo interno que contribuyen a afianzar la soberanía alimentaria, diversifican la comercialización y aportan al de­sarrollo rural”.

La posibilidad de crear canales directos entre pro­ductores y consumidores evita la intermediación de comerciantes, lo que propicia una mejora en las condiciones de venta y de consumo, añadiendo como valor la calidad y el cuidado en la produc­ción de los alimentos, ya que la mayoría de los pequeños productores utilizan modos de obten­ción de sus productos que van de la mano con el cuidado del medio ambiente.



Una de las herramientas que se proponen es el Pro­grama de Apoyo a las Ferias de la Subsecretaría de Comercialización para la Economía Social que, en­tre sus objetivos fundamentales, persigue la nor­malización, el fortalecimiento y la promoción de ferias y feriantes mediante el establecimiento de normas que colaboren a mejorar el hábitat ferial y la infraestructura, promover subsidios al trans­porte, generando microcréditos y promoviendo en­cuentros de intercambio y capacitación.
 
La intervención del Estado resulta vital ya que, como sostiene el CIPAF en una de sus publicacio­nes, “un Estado verdaderamente federal e inclu­sivo debe tener en cuenta las particularidades de cada región del país, de cada actividad producti­va, las perspectivas de los consumidores, su inci­dencia económica y no económica.”
Así como la coyuntura económica y política de las últimas tres décadas agudizó la exclusión de una importante porción de la población rural de sus tareas tradicionales, exigiendo como condición de rentabilidad la producción a gran escala y, por ende, la disposición de grandes capitales económi­cos, en la actualidad es difícil que los productores puedan hacer frente a sus producciones sin el apo­yo estatal. 

Es importante destacar el rol del consumidor den­tro de esta perspectiva ya que, al vincularse de este modo al mercado de consumo, deja de ser un mero comprador para pasar a convertirse en un actor fundamental y responsable que, a través de su posición, contribuye a este nuevo modelo de intercambio.
 
Debido a esto, las políticas que se implementen resultan vitales para lograr afianzar un modelo so­berano, en el que se garantice una proyección a largo plazo que contribuya a satisfacer las necesi­dades de alimentación y dignidad de las personas sin generar un impacto negativo sobre nuestro pla­neta .


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