jueves, 4 de octubre de 2012

SER VEGETARIANO Y ECOLOGISTA EN EL PAÍS DE LA CARNE Y LA SOJA


Por Rodrigo Rapoport - El Ecogourmet

Pido disculpas de antemano al lector, porque sé que más de uno es susceptible a esta temática, y la experiencia pareciera demostrar que la dieta carnívora y de la co­mida chatarra predomina a nuestro alrededor. No es que intente hacer una defensa contra los vegetarianos, como los ecologistas; simplemente busco poner en tela de juicio los valores culturales que tenemos vigentes.

Estaba comenzando mi clase, y un grupo de estudiantes me preguntó por qué era vegetariano. Se me ocurrió preguntarles a mis estudiantes si creían correcto que todos deberían aceptar que los padres pudieran tener relaciones sexuales con sus hijos. Todos obviamente se­ñalaron que no, pero les di un ejemplo de ciertas tribus de África donde existía una plena aceptación de esta práctica. Después se me ocurrió preguntarles quién     te­nía razón. La respuesta unánime salió a relucirse inme­diatamente: “Obviamente nosotros, ellos son los que se quedaron el tiempo”. Muchos, preguntándose con cara de asco y desagrado. Les di un nuevo ejemplo, “Si una mayoría cree que todos deberían vestirse de amarrillo, porque de lo contrario merecerían la muerte, ¿quién tiene la razón?”. Mis estudiantes prosiguieron mirán­dome como a un extraterrestre. “Obviamente, en ese grupo están todos locos” - me exclamó una estudiante. Al momento también se me ocurrió indagarlos más fuer­temente: “Si en el Occidente consideramos que matar es algo malo, ¿por qué en ciertos países existe la pena de muerte? Matar a una persona que mató a otra per­sona es una lógica irracional. ¿O no?”. El ambiente se estaba caldeando y un estudiante, casualmente vestido de remera amarrilla, levantó su voz: “¡Si una persona mata a mi madre, se merece lo mismo!”. Otro le res­pondió: “Nosotros no podemos juzgarlo, sino la ley”. Y le recordé algo muy básico: “Nosotros construimos la ley, como también generamos los valores que están constituidos como verdaderos y falsos. Somos nosotros el sistema.”

En este sentido, podemos observar que más de una persona que come carne no está dispuesta a ver cómo matan al animal que le van a servir en su plato. ¿Por qué entonces está dispuesto a comerlo? ¿Qué le impide verlo? ¿Será que hay una parte de todo ser humano que apela a la sensibilidad y que no puede reconocer esto? Todavía no he escuchado una respuesta que satisfaga a mi corazón, pero sí le puedo decir al lector que eso fue lo que me llevó a dar mi primer paso a dejar las proteí­nas animales.
Con el tiempo fui encontrando e investigando otras co­sas, lo que me llevó a encontrarme como los abogados, con toda una biblioteca para defender o acusar a quien va a ser juzgado. En un principio, todos me decían que era algo insalubre, que me iba hacer daño. Pero lo cier­to es que comencé a estar de mejor ánimo y mucho más vital; dormía menos y hacia las cosas con más ganas. La curiosidad me comenzó a picar. Me encontré con mu­chísima bibliografía científica, como el caso del Doctor Colin Campbell (autor del libro “The China Study”), que demuestra en el estudio nutricional más grande realizado en la historia contemporánea del hombre, que las proteínas animales son las principales causantes de muchísimas enfermedades, como por ejemplo, el cán­cer. Es más, que la mayoría de los organismos de los humanos no necesita cadenas proteicas completas, sino otras más simples para lograr la longevidad y el bienes­tar. Algo que es totalmente contrario a lo que se enseña en las facultades de nutrición en Argentina y en muchos países del mundo.

Si uno se pone a pensar cuántos litros de agua potable se usan para producir un campo de arroz de una hectárea, comparado con 200 metros cuadrados de un terreno de feed lot, la diferencia es abismal. Estamos hablando de 60 veces más, cuando se afirma que supuestamente se hace un uso racional de las tierras (cuando sabemos que en la población humana, según la ONU, hay 900 millones de personas que viven sin acceso a ellas).
Y si nos ponemos a pensar que existen otros cuantos millones de muertos de hambre literalmente, cuando hay sobreproducción de alimentos en el mundo (según la FAO), ¿entonces, dónde va a parar la comida? Aunque usted no lo crea, termina en la boca de las vacas, galli­nas, puercos y tantos otros animales para ser engorda­dos. Obviamente, el lector puede argumentarme que no quiere hacerse responsable de los muertos de hambre, lo cual es válido. Pero también tengo que advertir que los métodos actualmente utilizados en Argentina son su­mamente contaminantes para los suelos y las napas de agua. En el año 2003, el INTA lanzó su primer informe respecto del tema llamado “Impacto de un sistema in­tensivo de producción de carne vacuna. Sobre algunas propiedades del suelo y del agua”, desarrollado por An­driulo, Sasal, Améndola y Rimatori. El estudio se realizó al sur de Santa Fe. Me imagino que el lector va intuir tanto los resultados de sus predicciones del impacto ecológico, como el resultado actual. En caso contrario, lo puede leer en la página web de dicha institución.

                                                                                                                                     Entonces, pido disculpas por ser sumamente cuestiona­dor en mi redacción, pero les pido que tengan paciencia con mi última pregunta: ¿vamos actuar como los fuma­dores que niegan que se hacen daño tanto a sí mismos como a los demás o cambiaremos de actitud? ¿Cuántos datos vamos a tener que leer para despertar nuestro corazón por el prójimo? En todo caso, le pido al lector que no crea nada de lo que he escrito aquí, pero que se dé el tiempo de seis meses para comprobarlo. ¡Buen provecho para su estómago y corazón!




 

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2 comentarios:

  1. Primero que nada me encantó tu post, ojalá hubiera más gente hablando de este tipo de cosas...
    Yo también soy vegetariana, aunque oriunda del país de la carne ya no vivo en él (vivo en Madrid) y a veces es bastante duro acá también este tema.
    Pienso que mucha gente no ha tomado conciencia de todo lo que sucede, y también que ni se plantean qué es lo que ingieren, y ya ni hablemos de las pésimas condiciones en la que se tienen a los animales generalmente.
    Es bueno que alguien diga lo que vos decís.
    Saludos

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    Respuestas
    1. Gracias Eva, hacemos llegar tus comentarios a Rodrigo
      Saludos
      Revista ProyectoAire

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